El Mallorca niega al Barça
El equipo azulgrana, con un juego espeso y plomizo, despedido con una pañolada
Pintado como una jornada de afirmación culé por el impacto de la goleada en Mérida, el partido de ayer resultó un acto de negación en toda regla. Ya no es líder el Barça. Y como San Pedro, ya se ha desdicho tres veces. A mayor calentura, responde el grupo con una ducha de agua fría. Hubo más gente que de costumbre en la grada, Van Gaal pareció más humano que nunca; sin embargo, toda la trempera acabó en un encuentro estéril. No es de extrañar que la hinchada se desahogara pañuelo en mano, señal inequívoca del llanto ante tanta desdicha.Vive el club una época de gran confusión, sorprendido por el despecho de Van Gaal, aburrido por el discurso propagandístico de Núñez, cansado de la impotencia del equipo y desconfiado por la maquinaria de erosión de la oposición. El Barça es presa hoy de la incapacidad de sus rectores.
No basta con el trabajo para gobernar y ser primero. Tiene el equipo un aspecto demasiado fabril y, al tiempo, lineal. Víctima del laboratorio de su entrenador, es el Barça un CD-ROM. Le falta el fútbol. No transmite nada, no tiene sentimiento y, como cualquier ordenador, únicamente seduce a quien lo maneja. No hay complicidad. Echa en falta a jugadores capaces de decidir sin atender al guión. Hay gente que ya se ha rebelado contra la máquina. Ninguno, sin embargo, tiene el ascendiente suficiente para reactivar al grupo.
El ejemplo más ilustrativo es el de Anderson. El ariete no va ni convocado, y ayer no tuvo alternativa. El Barça se quedó seco justo el día en que más firme estuvo en defensa, una muestra más del desasosiego del hincha: ahora que el entrenador ha puesto en la última línea a los que reclamaba el aficionado y el equipo es invulnerable, resulta que pierde el gol. Fue el Barca incapaz de meterle ayer un tanto a un portero cojo. En cuanto Roa se quedó paralizado por lesión en el último cuarto, el Mallorca salió de su área para que no importunaran a su guardameta.
El colectivo de Cúper ofreció un discurso de sentido común Respondió a todas las exigencias: se sabía que era fiable defensivamente, y no encajó un tanto; se le suponía gran capacidad de intimidación por el flanco izquierdo, y Stankovic se consumó como el mejor zurdo de la contienda; se le adivinaba un buen poder combinatorio por los pies de Valerón y el cuerpo de Amato, y convirtió a Hesp en el mejor del bando local cuando el choque ya agonizaba y sacó dos bolas envenenadas.
Fue un final movido para un partido quieto. Guardó el choque cierto parecido con un viaje de rutina en avión: expectación en el despegue y aterrizaje, y somnolencia entre uno y otro. La radiante tarde invernal quedó atrapada por la niebla que se levantó en la cancha. Un fútbol espeso y plomizo sobrecogió a una hinchada más nutrida y animosa que de costumbre, sorprendida por la humanidad de Van Gaal en la confección del equipo: jugaba Ferrer (y no Reiziger) y se mantenía Óscar.
Formaba un grupo azulgrana sin delantero centro y plagado de futbolistas de segunda línea, jugadores con llegada, dispuestos a contactar con el centro de Rivaldo y Figo. Pero no hubo centros, ni remate, ni juego al primer toque. El Mallorca imposibilitó al Barça. Le tapó las bandas y le tapió el área. No hubo manera de generar espacios en la zaga forastera ni de darle aire a la pelota.
La lentitud se impuso al ritmo y el partido no tuvo ningún dinamismo, pues los dos equipos preferían la contra a llevar la iniciativa. Apenas hubo ocasiones de gol. No tuvo vida el choque. Le faena de contención engulló la tarea de creación. Y puestos a no tener nada, el choque no tuvo bravura. Es el Barça un equipo cándido. Automatizado desde el camerino, jugó sin marcha, siempre en punto muerto, y sin sangre. Fue víctima de los acontecimientos y de sus disfunciones: Rivaldo no es un extremo; Celades es un 8 y no un 4; los brasileños ralentizan las pelotas que Sergi y Luis Enrique disparan, y a falta de Guardiola e Iván, nadie regula ni profundiza.
El Mallorca le quitó el campo y la pelota, y el Barça fue incapaz de rebelarse. Ni siquiera tuvo una jugada a la que engancharse, excepción hecha de un derribo a Ciric. No hay respuestas para nada en el Camp Nou. Perdido el liderato, hoy no hay ya nada que defender. Está puesto el freno de mano: 6 puntos de 21 en lo que va de año.
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