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Tribuna
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El tigre deprimido

Ronaldo seguía soñando con el carnaval de Río, o quizá con sus días de emperador del Paralelo, y a la misma hora Christian Vieri, el pistolero silencioso, desenfundaba por dos veces para matar al Oviedo por la escuadra.Sus dos goles volvieron a ser un prodigio de sobriedad. Un día más, este misterioso muchacho, que suele vagar por el callejón del 10 con su inseparable gesto de estudiante en crisis, dejó de meditar, levantó la cabeza, pegó una sacudida, bufó como un poseso, rompió hacia el punto de penalti, y en un abrir y cerrar de ojos había metido uno de esos zurdazos fugaces que es preciso volver a ver porque apenas se memorizan como un resoplido, una ráfaga, un latigazo y una explosión. Contra su costumbre, y por lo que estábamos viendo, ahora se permitía un gesto de exhibicionista: de repente se levantó la camiseta y sonrió con picardía. ¿Por fin habría decidido salir de su osquedad y presumir de musculatura? Fue una falsa alarma: cuando quisimos darnos cuenta estábamos comprobando que, en realidad, llevaba una gabardina debajo de otra; bajo su propia camiseta de talla grande, la minúscula camiseta de Juninho.

-Le dedico el gol, le deseo que vuelva pronto a marcar los suyos, y de paso digo que le echamos de menos -murmuró, acentuando con el máximo cuidado cada palabra.

-Después de lo que he visto hoy, me duele menos la pierna rota. Por mí, volvería a entrenarme mañana mismo -respondió su maltrecho colega desde la cama.

Un minuto después, Vieri había recuperado su serenidad habitual: volvía a llevar el uniforme colchonero como quien lleva un pijama. ¿Qué temperamento se esconde detrás de esa inclinación pesimista? Quizá estemos de nuevo ante aquel hombre tranquilo que inmortalizó Jon Wayne mientras cortejaba a Maureen O'hara. Este chaval, mortífero, pero buena gente, puede ser uno de esos apacibles gigantes que, como su paisano Primo Carnera, campeón mundial de boxeo a la fuerza, sólo pueden estar irritados durante un segundo: el tiempo preciso para meter el cañonazo, forzar un armisticio y pedir disculpas. Eso, cuando no deciden poner la otra mejilla; por lo que aparentan, les da una pereza infinita pegar al prójimo.

Es evidente que, bien a su pesar, este hombre tiene un punch demoledor. Ese don condiciona definitivamente su juego. ¿Para qué divagar? A él le basta con un repertorio corto para ser decisivo. Al fin y al cabo, un sprint de tres metros hacia el claro y un zurdazo a la esquina más próxima son todo lo necesario para tumbar a cualquier equipo. Atrapado en su máscara de cartón piedra, de cuando en cuando nos recuerda a alguno de esos actores modelo Dolph Lundgren, que en este final de siglo hacen fortuna interpretando a autómatas o mercenarios.

Durante la semana se ha comentado que el Inter parece muy interesado en canjearlo por Ronaldo. Sólo podemos hacer un pronóstico: si aún no lo está, sin duda lo estará. ¿Para qué quieren a un prestidigitador tropical en la fábrica de tornillos del calcio? A don Capello y sus compinches les basta con que el otro caiga, aunque sea a mordiscos. Del pobre Ronaldinho que se muere por una garota rubia, una finta y un buen disfraz sólo les interesa el castañazo.

En el caso de Vieri estarían cargados de razón. A nadie le amarga un goleador puntual que, como todos los asesinos a sueldo, se limita a cumplir su contrato y a dar la consabida explicación protocolaria: te mato por negocio; aqui no hay nada personal

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