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Una carga de Estudiantes acabó con el Madrid

Los blancos vivieron escenas de caos en la segunda parte y se alejan de la Euroliga

Luis Gómez

El Estudiantes mantiene sus aspiraciones europeas. El Madrid sigue en crisis. No podía esperarse otro resultado a la vista de los antecedentes: los madridistas son un equipo tan vulnerable a ojos vista que basta un empujón para desarticularlo. Lo sabía el Estudiantes, pero se confió en exceso. Limitó el empujón a una carga ligera en la segunda parte. Estuvo a punto de pagarlo caro y firmó un resultado excesivamente corto para el daño que podía haber causado a su rival. Los madridistas deberán seguir purgando por esas canchas de Dios: entrar en los octavos de final de la Liga Europea se toma una empresa difícil.

Pero hay que considerar que el partido empezó mal para Estudiantes. El Madrid debió agradecerle una de sus típicas salidas en falso. El duelo empezó frío. Y eso era lo que necesitaban los hombres de Miguel Angel Martín para sobrellevar sus crisis. Estaba el Madrid para sopitas, para que no le busquen las vueltas en su defensa ni tampoco en el rebote. Tampoco para esfuerzos suplementarios. No está de humor; ha perdido hasta el carácter. Le queda algo de baloncesto de salón. Sobre todo, naturalmente, a Bodiroga.

El Estudiantes salió relajado. ¿Qué esperaba? ¿Qué los madridistas le resolvieran el partido? Su abulia defensiva permitió a Bodiroga entrar en calor, porque esa es una de sus especialidades, jugar (y mucho) los minutos menos comprometidos. La cuestión fue que el serbio comenzó a anotar y abrió un boquete en el marcador (17-52 a falta de siete minutos). El partido era malo de solemnidad.

Bastó entonces una zona para ir arreglando la situación, así se las gasta el Madrid en estos tiempos. Antúnez se preguntaba qué es lo que tenía que hacer, de sus dudas nacieron otras y al Madrid empezó a cambiarle el rostro. Sin otros elementos, el Estudiantes conseguía llegar al descanso con el partido bajo control (34-41). Lo que hizo podía calificarse, en términos coloquiales, como una chapucilla. Pero bastaba.

Bastaba porque el Madrid apareció en la segunda parte sin demasiada convicción. El Estudiantes encontró a Thompson con la muñeca caliente y se dio perfecta cuenta de que no hacía falta mucho más para llevarse la victoria. Thompson les puso en situación de empate técnico (48-51). Sólo Thompson.

Pensaron entonces que, dada la situación, era suficiente con hacer un poco de ruido para volcar el marcador. Debieron intuirlo: un empujón más y el Madrid se derrite. Fue entonces cuando el Estudiantes no encontró mejor solución que entrar a la carga. Se equivocó, aunque saliera airoso de la noche.

La carga estudiantil fue especialmente caótica, aunque estadísticamente llegara a anotar en su cuenta un parcial de 11-0, que le colocó definitivamente con el marcador a favor. Puso velocidad, puso algo más de defensa, puso todo el empeño que se le supone en el rebote, pero estuvo a punto de descarrilar. A la carga, perdió la noción del partido, se olvidó de consolidar sus ventajas y terminó precipitándose en casi todas sus acciones. Tuvo la gran fortuna de que Thompson no llegó a perder, en el camino, su estado de gracia. Y tuvo la fortuna de que enfrente estaba el Madrid de las crisis.

El Estudiantes, en su locura, dio grandes facilidades, pero nadie apareció para sacar provecho ' El mejor ejemplo fue Herreros que vivió el partido más desastroso que se le recuerda. Anotó un tiro libre en toda la segunda parte, después de haber fallado toda suerte de acciones ofensivas, desde la elemental entrada a canasta. Como quiera que el Estudiantes se hizo fuerte, al menos, en el rebote le bastó esa disposición anímica (el rebote es muchas veces pura cuestión de carácter) para firmar una victoria apurada. El partido estuvo demasiado tiempo en el aire, pero claro, este Madrid no está de humor. No está, para nada.

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