Por Alberto y Ascensión
Sevilla amaneció llorando el pasado viernes. El día era gris, triste, desapacible. No podía ser de otra forma. La Giralda, ese permanente testigo durante siglos de los avatares de la historia en nuestra tierra, había presenciado bajo sus pies cómo se derramaba la sangre de dos de nuestros hermanos sevillanos. La barbarie y la sinrazón terrorista acababa de golpear sin piedad en el corazón de una familia, tolerante y demócrata como ninguna, la sevillana. Ha sido duro, durísimo, para una sociedad que se pregunta ¿por qué y para qué? Alberto y Ascensión han dejado su vida sobre el asfalto de la tierra que los vio nacer. Una vida entregada a la lucha por la democracia. Y sobre todo a la lucha por sus hijos, en los que no dejamos de pensar en ningún momento. Esos niños, nacidos del amor y en la tierra de la paz y la tolerancia. Esos niños crecerán y se harán hombres y mujeres de bien arropados por todos nosotros, los que quedamos, porque somos muchos los que como Alberto y Ascensión queremos paz en España.Por ello, desde aquí, quieto pedirles fervorosamente, a las personas que velarán a partir de ahora por el futuro de esos tres niños, que no permitan que conozcan el odio. Que crezcan rodeados de bien. Que aprendan a amar la libertad y la democracia, valores que tanto esfuerzo les costó a nuestros padres recuperar para nuestro país y por los que vivían diariamente los suyos.
A esas personas que van a cuidar de esos niños les queda por delante una importante misión: continuar el trabajo que Alberto y Ascensión han comenzado, y éste no es otro que preparar a las futuras generaciones para salvaguardar nuestra joven democracia. Y siempre en torno al recuerdo de sus padres.
No nos desviemos de nuestro camino, que no nos desestabilicen por muy fuerte que sea el daño. Sigamos apretando los dientes y haciendo de tripas corazón ante la injusticia para que cuando en un futuro, esperemos no muy lejano, el terrorismo y la intolerancia sean sólo un recuerdo, podamos mirar nuestras manos y verlas limpias. Y podamos ver pasar por Sevilla a esos tres niños ya adultos, orgullosos de respirar una paz y una. libertad por la que vivieron sus padres. Alberto y Ascensión, estad tranquilos allá donde estéis, que vuestra obra se culminará.-
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