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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Igualdad ante la ley

Frente a la discriminación y los maltratos a la mujer, que son una lamentable característica de nuestra sociedad, sólo existe una esperanza: la plena equiparación jurídica como una conquista fundamental en el camino hacia la igualdad. Como decía hace tiempo en este periódico don Francisco Tomás y Valiente, "corregir esa desigualdad, en lo que tiene de injusta herencia, o en lo que pueda inventarse en esa misma dirección con ingenio acomodado a los nuevos tiempos y usos sociales, constituye un fin (id est, un objetivo), para conseguir el cual la igualdad ante la ley y en la aplicación de la ley son instrumentos, y no a la inversa". Es preciso por ello denunciar con vehemencia cualquier retroceso en esta plena equiparación jurídica, cualquier diferencia de trato carente de justificación razonable, por muy nimio que sea su contenido material o por mucha que sea su pretendida antigüedad.¿Tiene la preferencia del hombre sobre la mujer en la sucesión de los títulos nobiliarios alguna justificación razonable que permita cohonestarla con los postulados constitucionales? No sólo no la tiene, sino que la razón de ser de tal distinción estriba en la histórica situación de desigualdad atribuida a la mujer en la vida social ("de mejor condición es el varón que la mujer en muchas maneras", se dice en las Partidas, donde se establece la norma que sustenta esa regla sucesoria), con la que, precisamente, pretende acabar, como ha reiterado el Tribunal Constitucional, la prohibición constitucional de discriminación por razón de sexo. Una diferencia de trato basada en el sexo tan clara y directa como ésta vulnera, por tanto-, el derecho a la igualdad proclamado en el artículo 14 de la Constitución, y debe ser inmediatamente corregida por los poderes públicos en cumplimiento de su deber constitucional de promover las condiciones para que la libertad y la igualdad sean reales y efectivas. Que al menos la ley y los tribunales no discriminen nunca es sólo un primer paso, pero muy importante, en el largo camino hacia una auténtica igualdad social.-

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