La política de dejar hacer
Ernesto Zedillo ha demostrado que comprende a la perfección lo que está sucediendo en Chiapas: otra cosa es que sea capaz de ponerle remedio, vista su inveterada tendencia a dejar hacer a sus subordinados.Parecía que lo había entendido cuando, en su aparición especial en radio y televisión tras la matanza de Acteal, habló de su decidida voluntad de pactar con los zapatistas. Dejaba así claro lo que está en juego tras la muerte de 45 indígenas desarmados a manos de un grupo de paramilitares vinculados a su propio partido: la paz en México. Pero luego se calló, mientras sus subordinados seguían tratando de reducir la tragedia a un mero enfrentamiento tribal.
Ayer, de nuevo, el presidente pasó por encima de la inconclusa investigación policial y de las posibles responsabilidades de funcionarios del Gobierno de Chiapas, para ir directamente al corazón del problema y sacrificar a su ministro del Interior, acusado por la oposición de ser el responsable del clima de impunidad y violencia que ha permitido el crimen de Acteal. Se trata de un reconocimiento implícito de que la oposición tiene razón. Al sucesor de Chuayfett, Zedillo le encargó una "nueva estrategia" en Chiapas.
La conclusión es obvia: la anterior estrategia ha fracasado. El método de Chuayfett de sabotear con tenacidad las conversaciones de paz con los zapatistas, confiando en aislarles políticamente y, fuera de los focos de la prensa internacional, asestarles un golpe definitivo, sólo sirvió para alentar la escalada de terror que los caciques locales del PRI han organizado contra las bases de apoyo zapatistas.
Chuayfett estaba equivocado, pero Zedillo le ha dejado hacer demasiado tiempo, como tantas veces desde que asumió el poder: al Ejército en Chiapas, a la fiscalía, a casi todo el mundo con un poco de mando en México. Y 45 indígenas desarmados han tenido que morir una muerte inútil para que el presidente se dé cuenta de que hay que aplicar "nuevas estrategias".
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