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Los Reyes, en la babel madrileña

Más de 150 niños de Lavapiés reciben juguetes donados por diversas asociaciones

, ''Todo, menos muñecas de chicas", deseaba Álvaro que le trajeran los Reyes Magos adelantados que ayer pasaron por la Asociación de Vecinos de La Corrala. Con nueve años y vestido con un chándal del Atlétic, Álvaro estaba ayer por la tarde tan ansioso y excitado como el más de centenar y medio de niño s que junto a, él celebraban con cuatro días de antelación la fiesta de los Reyes Magos.Lavapiés, ese intrincado barrio de callejuelas desordenadas que se ha convertido, en pleno centro de la ciudad, en la babel madrileña, donde el merengue dominicano suena igual que la rumba gitana o la música del Magreb ' que huele a yuca frita caribeña, a cuscús marroquí y a bocata de calamares, tuvo ayer en los inocentes niños crédulos su punto de esperanza para creer en un futuro un poco más tolerante.

Es difícil calcular el porcentaje de población inmigrante que vive en esta antigua medina madrileña, máxime cuando las condiciones laborales o permisos de residencia de los padres de muchos de estos niños no están lo suficientemente regulados, pero ayer era consolador ver mezclados muchachetes árabes, dominicanos, polacos y españoles gitanos o payos unidos por la ilusión de recibir un juguete, aunque éste tuviera su caja rearmada con cinta transparente adhesiva o le faltaran pilas. La ilusión prima en fechas tan señaladas, y eso quisieron explotar los miembros de la asociación de vecinos. "Es el tercer año que regalamos juguetes a los niños del barrio", señalaba Pilar, la coordinadora de las actividades infantiles de la asociación. "Para participar en esta fiesta no pedimos siquiera que carezcan de recursos, el único requisito es ser niño", dijo. Los juguetes los había conseguido la asociación a través de donaciones. La coordinadora explicaba: "Cruz Roja, Telemadrid, Asociación de Mujeres de Cercedilla, Madrid Puerta Abierta y los propios niños han ido trayendo juguetes des de hace más de 20 días, aquí los hemos revisado, arreglado y limpiado, aunque algunos donantes los han comprado para la ocasión". Los juguetes, ocultos en llamativos papeles, permanecían amontonados por categorías en un cuartito donde los Reyes iban a recibir a los niños. "Los primeros años los dábamos de manera indiscriminada, pero para respetar las diversas culturas, sobre todo por los árabes, hemos tenido que clasificarlos por sexo y edades", afirmaba Pilar.

El tangerino Rachid, de 10 años, no entendía muy bien qué era el dominó que le había tocado; Jordani, un dominicano de ocho años flipaba, sin embargo, con su garaje de Micromachines; los más pequeños desparramaban sus construcciones por el suelo y los descontentos intercambiaban entre ellos los juguetes para no repetir con los que ya tenían en casa.

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