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Afortunados sin suerte

150 empleados de Colmenar hicieron planes en vano con el falso premio de la lotería

A las 11.19 del lunes, el destino de Marta Álvarez, de 26 años, se cruzó con el de Antonio Iglesias. No se conocían de nada. Ella es empleada en el concesionario de Renault en el kilómetro 27,3 de la carretera de Colmenar y tiene fecha de boda para septiembre. Él es el interventor de la mesa del salón de loterías que leyó el número 25.551 como uno de los quintos premios. Ella guardaba un décimo con ese número, 720.000 pesetas caídas del cielo, y hubiera estado dispuesta a bendecir eternamente a ese señor. Él tuvo la desdicha de equivocarse -la bola premiada era la del 35.551-, y, a eso de las dos de la tarde del día 22, le debieron pitar los oídos. Seguro que ni Marta ni sus 149 compañeros le andaban llamando guapo. Ni bonito.Esas tres horas de efímera gloria empezaron como un sueño y terminaron remedando un título de celuloide: Pesadilla antes de Navidad. Marta sacó a su padre de una reunión con el jefe, le dijo que les había tocado la lotería -había comprado tres décimos, uno para ella, otro para su hermana y otro para los papás- y le mandó un recado para su madre: "Dile que sea espléndida en las compras de hoy". A las tres de la tarde, a punto de estallar en lágrimas, se enganchaba al teléfono intentando localizar a su madre, a la que suponía tirando la casa por la ventana. "Al final pude dar con ella antes de que hiciese las compras, pero esto ha sido tremendo", susurraba ayer, aún deprimida.

Veinticuatro horas después del affaire, Belén, la joven que atiende la cafetería, se lo tomaba con más resignación: "Qué le vamos a hacer. Iba a disfrutar a lo grande de estas fiestas, pero otra vez será". Consuelo, la telefonista, no pasó buena noche. Pensaba emplear el décimo en comprar un pisito, pero no podrá ser. "Lo llevo regular", confesó entre suspiros, "porque nadie me puede devolver la ilusión que me había hecho".

José María prefiere olvidarse, de momento, de ese chalé en las afueras que iba a levantar con los estupendos cuatro milloncejos que le habían correspondido. A Marisa, que incluso ingresó su décimo en una caja de ahorros, se le achicharró la nueva cocina que quería montar en casa. Toñi ha cancelado su viaje de esquí a Andorra, y las 720.000 pesetas que Marcelo iba a enviar a su familia, en Ecuador, se quedaron en tierra.

Dani, el empleado al que Dios le había dicho que les iba a tocar, había tomado ayer una decisión: "Ya no pienso hablar más con él". El patinazo numérico ha sido el más sonado de la lotería de Navidad, informa Fernando Neira, aunque hace unos diez años a la Administración se le escapó una errata en la lista oficial de premios y tuvo que pagar por partida doble: el número publicado y el que en realidad salió.

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