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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¡Bienvenidos a la UE!

OCHO AÑOS después de la caída del muro de Berlín, el Consejo Europeo de jefes de Estado y de Gobierno decidió ayer en Luxemburgo dar al fin un paso decisivo en la unificación del continente: abrir negociaciones para la ampliación al Este de la Unión Europea. Es la primera búsqueda de unidad europea que se plantea desde la libre voluntad y desde la democracia, y no por ansia de conquista. Hay que poner ahora las bases para que esta ampliación sea un éxito.La cumbre de Luxemburgo ha diseñado una ruta razonable. Las previsiblemente largas negociaciones de ampliación con los seis elegidos (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovenia, Estonia y Chipre, los mejor, aunque no totalmente preparados) debutarán en abril. Pero en la sesión. solemne de apertura de estas negociaciones el 30 de marzo estarán también presentes los rezagados (Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Letonia y Lituania), que además de ayuda podrán ser objeto de repesca si progresan suficientemente. Se crea un paraguas general, la Conferencia Europea, que para profundizar la cooperación multilateral en materias económicas, de política exterior o de lucha contra la criminalidad reunirá a los Quince y los 11 candidatos, además de Turquía, si acepta la invitación y las condiciones, entre ellas la jurisdicción del Tribunal Internacional de La Haya para resolver sus disputas territoriales con Grecia.

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Si es cierto que Europa no acaba en esta lista de invitados, la ubicación de Turquía, que lleva más de 30 años llamando a la puerta de la hoy UE, sigue siendo un enorme problema. Por razones de carencias democráticas, antes incluso que de atraso económico y social o de la inconfesable diferencia cultural y de la presencia de Grecia en la UE, la integración de Turquía -deseo comprensible- no parece viable en el futuro próximo. Los propios turcos deberían partir de esta premisa para forjarse un nuevo futuro, en vez de avanzar hacia una crisis con la UE si ésta inicia las negociaciones de adhesión con Chipre, pese a que la Unión ha insistido en que turcochipriotas formen parte de la delegación.

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Más allá de este caso de difícil gestión, la decisión de ampliar la Unión Europea tiene un alcance histórico. Sin embargo, este afán contrasta con la falta de generosidad de que hacen gala los comunitarios, especialmente los más ricos, que no quieren pagar los costes de esta ampliación; costes que representa sólo una fracción del ahorro que el fin de la tensión de la guerra fría ha traído en reducción de gastos de defensa en Europa.

En estas condiciones, existe el riesgo de una ampliación barata, a costa de reducir las actuales políticas de solidaridad y agrícola en la UE, lo que convertiría a los nuevos en miembros de segunda o de tercera clase y crearía una, nueva división en Europa, esta vez no militar, sino económica y social. Además, reduciría las posibilidades de países como España de acercar sus niveles de riqueza a los de la media comunitaria. ¿Puede ser viable la construcción europea si se mantienen tales disparidades? Probablemente, no.

España, con una posición razonable y finalmente triunfante, se opuso con firmeza a fijar de antemano el techo de los gastos de una UE ampliada, pues en el pastel a repartir, su trozo -unas transferencias anuales netas de la UE que se están aproximando a un 21/o del PIB- seguramente seríamenor, en una cuantía, además, desconocida. Alemania, que aboga por reducir su contribución a la UE, no quería que esta cuestión se entrometiera en el calendario antes de sus cruciales elecciones en septiembre (precedidas por las holandesas en mayo), y Francia se quedó sola en la defensa de este principio que le hubiera favorecido.

De forma muy comunitaria, se aplaza al menos hasta el próximo otoño esta espinosa decisión, como en Amsterdam hace seis meses se pospusieron las inevitables reformas institucionales para una Unión ampliada. Esta vez, España ha salvado su situación; lo que no es poco. En contra de lo que ocurrió en la cumbre extraordinaria sobre el empleo, en que se quedó aislada, la delegación que encabezó José María Aznar ha sabido forjar una política de alianzas tácticas, exteriores e internas que ayer favorecieron, al menos coyunturalmente, la tesis española.

El otro proyecto histórico de la UE en este final de siglo, el de la moneda única, también avanzó en Luxemburgo, con la decisión, a la que se resignó Blair, de crear un nuevo foro, el llamado Euro X (la equis, por el número de Estados que entren en la divisa común), en el que de manera informal coordinen sus posturas los países del euro. El Consejo Europeo acordó, además, impulsar en la Europa del euro una mayor coordinación de las políticas económicas, no sólo en materia macroeconómica, sino también estructural. En Luxemburgo, se ha puesto de relieve que, pese a las grandes divisiones que hay en su seno, la construcción europea avanza.

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