Un repente
Cuando te da un súbito ataque de ética como el que el otro día aquejó a los altos mandos de Antena 3, aparte de la inicial levitación que produce el inesperado descubrimiento de la bondad (traducida, en este caso, en el borrado del mapa del por una vez y doblemente inoportuno pájaro carroñero), lo que después queda es un desoriente de aquí te espero. Y sólo dentro de unos años, supongo, empezarán a verse los frutos de tan sorprendente cambio de tercio.He aquí el argumento del telefilme de sobremesa de ayer. Era que en el seno de una familia de fanáticos antiabortistas (aunque presentados como tiernos ciudadanos) activistas y organizados, una hija es anti y la otra es pro, aunque esta última, la que está por el aborto, es a su vez estéril, lo cual no sabemos si interpretar como castigo divino o como prueba de su desinteresada lucha en favor del derecho de la mujer a abortar. La provida, por supuesto, tiene cuatro hijos, pero como es una madre insaciable, entonces queda embarazada, pero el bebé pone en peligro su corazón y -ella- tiene que decidir si aborta o no. María de los Partos decide abnegarse por el bien del nascituro, y entonces el marido y la hermana la ponen un pleito para obligarla a abortar por el bien de los otros vástagos. Habiendo fallado el tribunal que a parir que son dos días, ello sucede, pero el bebé fallece y, contra todo pronóstico, la madre, que es la peor, se salva. Entonces la proabortista obliga al padre a que abrace al bebé muerto, y la madre abraza a la hermana que obligó a su marido a abrazar al bebé muerto, y por fin se abrazaron todos y la proabortista comprendió que su hermana es una heroína. Agotada, me serví una copa.
Para mí que lo que han puesto es una fiscal, no una defensora del telespectador.
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