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No es Trajano

Trajano fue el primer español elevado a la dignidad de emperador de Roma, y parece que se lo merecía. Nacido en Itálica (Sevilla), o acaso en Pedraza de la Sierra (Segovia), que también tiene su corazoncito, se ganó a pulso el trono imperial, iniciando su irresistible ascensión, desde un primer empleo o cargo como tribuno. Luego, y sucesivamente, sería pretor, legado imperial, comandante legionario en España, cónsul. y gobernador de la Germania Superior. El viejo Nerva, su predecesor, que sólo ciñó la corona imperial entre los años 96 y 98 de nuestra era, puso sus ojos en él al intuir la próxima venida de las Parcas, y, a su muerte, el pueblo, el Senado y el Ejército eligieron a Trajano por aclamación.Fue Trajano un gran hombre, un gran soldado y, al tiempo, un gran demócrata, con lo cual queda dicho casi todo. Aseveran sus exégetas que iba al Senado, no a imponer su voluntad como líder omnímodo, sino a debatir amablemente los asuntos de Estado con sus colegas, cuya independencia decisoria acataba hasta los máximos límites admitidos por la Constitución. Respetaba las creencias ajenas y exigió que cesara la persecución de los cristianos, proporcionando a la historia un ejemplo que, desgraciadamente, el Santo Oficio no seguiría. Expandió asombrosamente los límites del Imperio, fue un gran estratega y un precursor de la moderna ingeniería bélica en su avance por las hoy Hungría y Bulgaria para conquistar la Dacia, pero también amaba las obras públicas civiles y -aunque "administró cuidadosamente el tesoro público, no consagrándolo más que a obras de interés general"- algunos ejemplos de su eficacia en este aspecto perviven aún, casi dos milenios después, para recordárnoslo. Por ejemplo, entre otros muchos monumentos que el espacio no me permite enumerar, el Foro, la basílica Ulpiana y la Columna de Trajano en Roma, cabeza del Imperio. En España, el magnífico puente de Alcántara, el delicado arco de Roda de Bará y acaso el Acueducto de Segovia.

Pero pasemos página, que se dice (y hace) mucho últimamente, para ocuparnos de otro sevillano ilustre, el excelentísimo señor don José María Álvarez del Manzano, alcalde democráticamente elegido de esta villa y corte. Además de la cuna, nuestro regidor comparte con Trajano ciertas afinidades, como la apasionada afición por las obras públicas. Aparte de las más pragmáticas, como túneles y tunelillos, aparcamientos para residentes, allanamiento de zonas previamente arboladas, etcétera, hay otra que visan la espiritualidad, a la posteridad, como si los obeliscos del "pasillo verde", con sus crucecitas cristianizadoras y sus conmemorativas placas en latín honrando a don "les Mar". ¿Inspirarán a los ciudadanos madrileños, dentro de dos milenios, los mismos sentimientos que nos embargan hoy al contemplar el Acueducto o el Arco de Trajano? Y, sobre todo, ¿durarán hasta entonces?

Aparte de sus reconocidas similitudes con Trajano, paréceme a mí que don José María va más por el lado de la praxis. Recordemos su drástica solución al problema que planteaban las ruinas de la controvertida plaza de Oriente. Su mente, dinámica y juvenil, visa al futuro. Y si algún viejo fósil piensa que no hay futuro digno de tal nombre si se machacan los vestigios pretéritos y se difuminan los presentes, que le vayan dando, ¡caray!La ciudad que va surgiendo bajo la égida de nuestro señor alcalde, la polis Manzano o Manzanópolis, es una urbe como de diseño, o, más específicamente, la traducción de un proyecto arquitectónico o una maqueta. Miren las piedras, los bolarditos de la plaza citada: ¿no les suenan? Los arbolitos-mediana que han ido reemplazando a los árboles de verdad en los antiguos bulevares. Las fuentecitas domadas, desde Alonso Martínez hasta Atocha, pasando por San Bernardo, ¿no las han visto ustedes en los bocetos de ese amigo suyo aparejador? Que no se hagan grandes los árboles, por Dios, que luego se encariña con ellos la gente y pasa lo que pasa. Que no tengan personalidad las fuentes, no sea que haya que quitarlas el año que viene para dejar más espacio a los coches. Y sí rehabilitemos las casas del Madrid de los Austrias para convertirlas en pisos de lujo inasequibles a sus habitantes de toda la vida, tiremos las viejas posadas... ¡cuánta mugrel De no ser por las pequenas diferencias, Manzano sería esculpido a Trajano.

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