El Madrid gana en un tiempo
El gol de Morientes al comienzo de la segunda Parte, clave para el triunfo sobre el Racing
Morientes acabó con el partido más feo del siglo y lo convirtió en otra cosa. Una jugada espléndida, recién comenzado el segundo tiempo, terminó con un duelo desaborido y plano. Esa acción destruyó el tacticismo insoportable que había dominado la noche. Allí surgió el fútbol, con defectos, con cualidades, con desorden, pero fútbol. Todo porque los jugadores acabaron con los planes de los entrenadores, tan dispuestos a ahorramos el juego y las emociones. En el segundo partido, el que se disputó en el segundo tiempo, O sea el único, el Madrid se sacó la galvana y ganó.Como los dos equipos siguieron al detalle el plan de los entrenadores, el encuentro salió tan previsible como feo. Hasta el hermoso gol de Morientes, que acabó con el partido de los entrenadores y abrió el de los jugadores. Ahí, el Madrid ganó con la gorra. Pero antes se abrieron numerosas preguntas sobre el estado actual del fútbol, que ha llegado a un punto donde todo se explica desde la táctica, desde lo pequeño, desde las pequeñas batallas que se libran aquí y allá. A este fútbol le falta grandeza y jugadores capaces de salirse de lo esquemático para buscar la aventura. Con este juego que es la suma de cosas mínimas, de las perversas elucubraciones de los entrenadores en las noches de insomnio, lo normal. es el tedio.
Por eso tienen tanto predicamento los brasileños en estos tiempos chatos. Los brasileños de verdad tienen la cualidad de salirse de lo colectivo y descifrar los partidos por su cuenta y a su manera, sin compromiso con nada ni con nadie. Les interesa la pelota y un modo libre de entender el juego. Suena heteredoxo frente al oficinismo reinante, pero funciona. Por eso los brasileños cada vez cotizan más. El problema es que el único brasileño en El Sardinero era Roberto Carlos, un lateral. Así que el partido resultó muy medido, lleno de signos de precaución, aburrido hasta el hueso.
El Racing no se movió un milímetro de las indicaciones de su técnico. Esperó con toda la gente detrás, entregó la pelota al rival y confió en los errores del Madrid para salir en los contragolpes. Por lo demás, mucha presión y pierna fuerte. El Madrid fue absolutamente liviano. Hizo un juego sin perfiles, sin pegada, desprovisto de ingenio para desestabilizar el poderoso entramado defensivo del Racing. Durante mucho tiempo, tocó para nada, en lugares intrascendentes, sin capacidad para encontrar a los delanteros y a los centrocampistas de ataque.
La primera vez que el Madrid metió voltios a una jugada marcó un gol espectacular. Redondo recuperó la pelota, vio inmediatamente el pase a Suker, que hizo algo grande en este partido pequeño. Tenía a Raúl a su izquierda y se moría por darle el balón, pero la defensa achicó y Raúl se quedó en fuera de juego. Sulcer encontró inutilizable la solución Raúl. Ahora tenía que inventar: se le venían encima dos centrales y apenas tenía espacio y tiempo. Pero por encima de todas las señales de alarma que emite, a Suker le queda el rapto que nunca pierden los grandes futbolistas. Con un taconazo soberbio por clase y oportunidad, entregó a Morientes, que llegó por la derecha y resolvió con mucho estilo, un remate seco y definitivo que entró junto al palo izquierdo.
Antes de que el gol mandara al garete las maquinaciones tácticas, el partido había sido horrible. Se sabía que el Racing esperaría y dedicaría sus esfuerzos a aprovecharse de la ansiedad del Madrid. Resultaba más difícil de explicar la ausencia de recursos del Madrid para comprometer a su adversario. El equipo tiene problemas en los últimos tiempos. Se ha atascado y Heynckes no encuentra soluciones. Su idea es quitar y cambiar jugadores. Esta vez se quedaron fuera Mijatovic y Seedorf. Entraron Víctor y Guti, dos chicos interesantes metidos en una situación complicadísima, por el día, por el rival, porque el Madrid tiene en estos momentos el viento de frente. A los jóvenes les conviene formarse en un medio favorable, protegidos de la ansiedad que se provoca en el Madrid cuando pasa por tiempos difíciles.
Guti, aunque con intermitencias, jugó un papel notable en el partido. Y debería hacerlo más a menudo. Al centro del campo del Madrid le conviene un futbolista de sus características, capaz de asociarse con Redondo. Con la tendencia que tiene el equipo a fracturarse por el medio, la presencia de Guti ayuda a coser las líneas. Las pocas cosas que sucedieron estuvieron relacionadas con Guti y su capacidad para enganchar y pasar. Fuera de eso, el primer tiempo fue infame.
El segundo llegó a ser trepidante por el efecto del gol Morientes. El partido ya no se ganaba desde la táctica. Era el momento de los jugadores en un duelo que terminó roto, con cada equipo en el área rival, entre ataques y contraataques, con ocasiones extraordinarias del Madrid frente a Ceballos -cinco veces se produjo el mano a mano con el portero, y nada- y un intenso arreón del Racing que llegó a desestabilizar a la defensa madridista. En medio de aquello, algunos jugadores tuvieron un papel protagonista. Redondo fue el primero. Por presencia, criterio y contagio, acaudilló la recuperación del Madrid, que construyó su victoria alrededor del medio centro. En el Racing todo se hizo de manera más intempestiva, aunque se observó el talento de Correa, un delantero con clase y con gol.
Sólo en el segundo tiempo se pudo medir a los jugadores; sólo en el segundo tiempo se vivió el fútbol con emoción; sólo entonces el Madrid pudo imponer la calidad de sus futbolistas.
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