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Tribuna
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La atalaya

Plaza de Oriente. "¡Un caudillo, Franco; un profeta, José Antonio, y los demás, a la m ... !", gritaban allí antaño, enfervorizados, flechas, cadetes y hasta las muy virtuosas margaritas de FET y de las JONS (¡a por ellos, señor Yáñez!) en las fechas emblemáticas, y casi todas lo eran, sin importarles un rábano el baño escatológico al que su juvenil entusiasmo, les condenaba. Hogaño, "las cosas no son como antes" porque vivimos en democracia, según puede ratificar y ratifica la masa televidente, y por eso lamenté perderme los fastos populares de la emotiva sexta inauguración de la plaza en la etapa Manzano. Me había ausentado, "para olvidar", a una pequeña ciudad gallega, Vilagarcía de Arousa. En cuanto a lo de olvidar... Sucede una cosa: uno sufre cual chino sufridor mientras está en Madrid por las razones que ustedes saben y padecen. Cuando se larga, debería producirse en su mente un "¡pufff!" liberador, analgésico, pero no ocurre de este modo, porque entonces vienen las comparaciones odiosas. ¿Por qué la urbe citada pudo sacarse de la manga en poco más de un año un paseo marítimo de postín, enlosado de mármol y pizarra de verdad? ¿Por qué los accesos al mismo están adoquinados con granito de verdad? ¿Por qué las aceras resultan babilónicas contrastadas con las del "rompeolas de las Españas" y tal, los camelios y naranjos poseen unos alcorques impecables, todos los cruces de semáforos y cebra denotan una atención exhaustiva y conmovedora hacia los minusválidos, se inaugura un parque cada año, y así sucesivamente? ¿Somos más pobres los madrileños que los vilagarcianos? ¿Por qué, Dios mío, por qué? Iba sumido en estas reflexiones tan tristes cuando de pronto por ese mismo paseo marítimo de mis arrobos, me crucé con un jovenzuelo que cantaba a voz en grito: "Me c... en Madrid, me c... en la capital". Quizás esperaba que me abalanzase sobre él para lavar el honor de mi pueblo en inmortal refriega, pero yo, acomplejado como iba, achanté la mui y proseguí mí camino como si tal cosa, haciendo qué silbaba cualquier pieza de mi repertorio.Luego me volví a Madrid para olvidar que no había logrado olvidar, dirigiéndome en derechura a la plaza de Oriente. ¿Qué me pareció, ante todo, la nueva explanada peatonal? Amplia, hermosa; da gusto pasear por allí recuperando hermosos hábitos provincianos que los madrileños habíamos perdido. Sin embargo, tal generosidad de espacios no favorece a los guardias civiles que, en relajada centinela, protegen la puerta principal de palacio. Se les ve escuchimizados, vulnerables, poquita cosa. Habrá que importar rápidamente desde Londres un par de garitas de las que tienen en Whitehall, con sus correspondientes caballos y coraceros dentro, y para rellenar dignamente el vacío. También observo que las losas y adoquines no son de verdad, con lo caras que nos han salido, y vuelve a darme el ataque de cuernos acordándome de Vilagarcía. Cruzo el panteón o Teatro Real y sigo sin comprender las entradas y salidas (¡y despampanantes ascensores!) del estacionamiento, en una zona estrictamente peatonal y en cuyos accesos y salidas (Lepanto) se prohibe el paso de vehículos "excepto urgencias". ¿Tantas se prevén? Será por si se cae otra vez la lámpara. Y, sí, se cargaron las ruinas de la Casa del Tesoro, pero pías placas las recuerdan con mucho cariño. En -el 2 de Bailén vivió don Diego Velázquez, quien allí tuvo su obrador. En el 3: "Aquí vivió y murió don Sebastián Herrera, arquitecto y pintor de Felipe IV, siendo la Casa del Tesoro". Entrañable.

La salida del túnel Manzano sufrirá un embotellamiento vitalicio y golpes múltiples por su proximidad al semáforo Bailén-Mayor. Soporta dos sentidos de circulación, no posee arcenes y sí pilastras de hormigón en el centro. Ya ha habido esmorramientos. La calle Arieta, ahora también con sentido doble, es un caos y un "estropicio" según denuncian los vecinos. Sin embargo, lo que me produce más melancolía es pensar en esa pobre atalaya musulmana, que oteó paisajes velazqueños, encerrada entre coches allá abajo, en el parking. ¡Una atalaya condenada a reclusión mayor en un subterráneo! Creo que es todo un símbolo de lo que se está haciendo con Madrid y los madrileños, con su historia y su alma.

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