Victoria sobre la piscina
El Celta derrota a un Valencia que jugó 80 minutos con 10 jugadores
El Celta suma y sigue. Transita por la Liga con paso firme y derrochando cualidades. A unas cuantas que ya había mostrado sumó ayer el carácter. Empezó un encuentro de fútbol sobre un césped decente y terminó en medio de un combate sobre una piscina a causa del temporal. Los dos partidos fueron para los de casa; el primero, empañado por no saber rematar al Valencia, y el segundo, de puro apretar los dientes y perseguir el balón por el océano Balaídos. La grada se frota los ojos. Todo marcha: buen fútbol, el equipo en los puestos altos y el rival de Riazor asfixiado por los problemas.Va camino Javier Irureta de echar por tierra en vivo su fama de conservador. Ayer dio una muestra más de haber apostado en el Celta por el juego de ataque, y dispuso una vez más un equipo sobrado con gente de vocación ofensiva. Plantea el Celta su propio fútbol, y la respuesta del Valencia fue tan pobre que el resultado sólo estuvo en duda cuando los charcos impusieron el pelotazo. Puede estar tranquilo Romario: tal y como terminó el campo, no estaba el partido para él.
La primera mitad se saldó con un claro indulto celeste a los hombres de Ranieri. Tardó cinco minutos el Celta en diagnosticar el campo y en encontrar los puntos débiles del rival, A partir de entonces entabló un monólogo y redujo al Valencia a la tarea de despejar balones. Pero no lo remató. De tanto dominio, de tantas ocasiones, de tan buen juego, sólo obtuvo un gol, que llegó del exceso de animosidad de Carboni. En realidad, fue el lateral italiano el mayor enemigo de su equipo, porque apenas cinco minutos después un penalti inocente, una entrada por detrás a Karpin le valió la segunda amarilla. Dejó a los suyos en inferioridad numérica y por debajo del marcador.
El penalti llegó de un córner. Una suerte de la que el Celta este año saca petróleo. Basta tener en el equipo un buen especialista como Mostovoi en el saque de esquina para que los goles se multipliquen. Viajaba por el aire cuando Carboni le quiso ganar la posición a Karpin a empujones. Suele pasar, pero no delante del árbitro. El propio Mostovoi lo transformó en su tercer tanto y es ya el máximo anotador de un equipo donde el gol está repartido.
La reacción de Ranieri tras esos cinco minutos fatídicos es de las que no gustan a los aficionados. El sacrificado fue Ortega, y en su lugar entró Juanfran, el carrilero que este verano se disputaron el Celta y el Valencia. Con todo, la defensa del equipo de Mestalla quedó más abierta en el nuevo dibujo táctico y los de Vigo no encontraron más que huecos.
Pero poco a poco el campo adquirió protagonismo. Incluso se fue la luz. y el drenaje de Balaídos no dio más de sí. El césped condicionó el juego, porque al Celta le convenía enterrar la pelota y se vio obligado a maltratarla. Para el segundo tiempo, el campo era un puro charco. Desapareció el fútbol y hubo que consumir minutos a golpe de pelotazo durante largo rato y bajo la amenaza de suspensión.
Los únicos detalles en ese pseudo partido final las puso un brasileño, nacionalidad poca relacionada con el fútbol sobre agua. Pero la inteligencia y la fuerza de Mazinho abrieron huecos en la defensa del Valencia y por ahí pudo llegar el segundo gol celeste. No lo hubo para nadie y el resultado, la victoria, permitió al Celta demostrar que esta temporada se puede confiar en él.
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