_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni fu ni fa

El alcalde tiene afiladas las tíjeras ante la ola de inauguraciones que nos acosa. Los amantes de estos actos desentumecen la oreja: no hay que perderse ni una sola de las ocurrencias que salen de la boca del señor Álvarez del Manzano en eventos de postín. Antes cantaba villancicos; ahora, seguro que le da por algún aria de Wagner para dar publicidad al Teatro Real.Pese a tan amenas noticias, muchos ciudadanos bostezan como tigres. Sólo esbozan rictus sarcásticos ante el bombardeo de chistes macabros relacionados con tragedias recientes. El pueblo llora en los entierros, pero se desternilla de risa con chascarrillos sobre el difunto. Cuando no se cree en las instituciones, la plebe se mofa de ellas.

Este fin de siglo se presentaba tedioso. Ni fu ni fa. Pero, de repente, salta Fo. Este año, el Nobel es pura dinamita. Al Vaticano le ha dado un pasmo. En su desconcierto ha declarado algo precioso: "Después de tantos genios, le han dado el premio a un bufón". Ya se empieza a notar la influencia de Bob Dylan en la Santa Sede.

Este fin de siglo es un canto a los bufones, sin los cuales no se entendería la historia de la humanidad. Bufón, en estos momentos, según el Vaticano y Estocol mo, significa libertad. Y si anda Dario Fo por medio significa lucidez, ternura, justicia, risa, es perpento, honradez y un preludio de melancolía. Con Dario Fo al lado, uno pierde miedo al miedo. Él y su esposa, Franca Rame, son grandes amigos de Madrid. Ahora mismo está en cartel su Tengamos el sexo en paz, con Charo López en todo su esplendor escénico. Por cierto, Charo López, señor Álvarez del Manzano, es de Salamanca. De ella debieran copiar muchas cosas la mayoría de los castizos oficiales. Así pues, los descreídos ya tienen una institución en la que creer, la Academia Sueca. Para sobrevivir hay que hacerse el sueco. Esto es el colmo. No estamos en clave de fa, sino de Fo. Dicho sea sin menosprecio al Teatro Real, que, al fin y al cabo, es para unos poquitos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_