Seguidor de Miguelón, Delgado y Jalabert

Oscar Freire (Torrelavega, 1976) partió de casa tras despedirse con un abrazo de su madre Raquel Gómez, quien le introdujo un puñado de monedas en el bolsillo para festejar su primer mundial. Vino a San Sebastián presa de la fiebre y con la pena de dejar a su abuela María Suárez, de 86 años de edad, abonada al televisor y privada de la cita que nunca quiso perderse después de haber acompañado a su nieto durante toda su trayectoria ciclista.Vecino de un barrio humilde de Torrelavega, hijo de una familia oriunda de Motril, Óscar Freire dio sus primeras pedaladas en categoría escolar, con 10 años, y continuó su singladura en cadetes, juveniles y aficionados marcándose como horizonte el salto al profesionalismo. En un territorio hostil para el ciclismo amateur, encontró en el exilio de Vizcaya, con el equipo Pinturas Banaka, la plataforma ideal para explotar sus cualidades.

Estudia Maestría (Formación Profesional) por la tarde y entrena por la mañana una media de 130 kilómetros, unas veces con Herininio Díaz Zabala, otras en solitario, nunca con una compañía fija. La constancia y el tesón que emplea Oscar Freire sobre la bicicleta explican la consecución de una decena de victorias esta temporada. Es un ferviente admirador de Induráin y Pedro Delgado, aunque su actual ídolo es Jalabert, a quien intenta emular.

La colección de duros que se trajo de casa se ha multiplicado ostensiblemente con las 500.000 pesetas que recibirá de la federación española y con la nómina que le ha asegurado el Seguros Vitalicio que dirigirá la próxima temporada Javier Mínguez. En casa le esperán su madre y su abuela a quienes ofrecerá su medalla.