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"Se baja la la guardia y los instintos asoman

¿Es el fútbol español una caja de resonancia de actitudes racistas?

Dentro de unas horas, esta noche, el fútbol mundial se congrega en España, en el Santiago Bemabéu, para dar una patada unánime al racismo. Y lo hace, como animado por un riguroso sentido de la oportunidad, cuando no se ha evaporado aún la resaca del caso Songo'o, el guardameta del Deportivo que asegura que Femando Hierro le llamó el pasado domingo "negro cabrón, hijo de puta". Meses atrás, Rivaldo denunció a Simeone por pronunciar idénticas palabras. Roberto Carlos lleva desde que llegó a España, quejándose de la xenofobia ambiental, de que le escupen en los córneres, le graban "makako" en el coche y hasta le paran por la calle para reprocharle su color de piel. ¿Hay realmente posos de xenofobia en el fútbol español?Jorge Valdáno lo tiene claro: "Hay racismo dentro de la sociedad y el fútbol forma parte de ella. No veo por qué tenemos que hablar del fútbol desprendido del entorno. Además, desde la emoción se hace más difícil la reflexión. Se baja la guardia y el instinto Se muestra tal como es". Un problema que se relaciona fundamentalmente con el fanatismo que desata la rivalidad deportiva -es mayor el odio a la camiseta rival que la

diferencia racial-, a Valdano e aparecio en campo propio. Fue despreciado por "sudaca" por un reducido sector de la afición madridista, que entonces era la suya: "Generalmente se ataca por ese flanco cuando se tienen ganas de ofender o de mostrar cierto descontento. En aquel momento, para un sector del madridismo yo era algo maldito por haber sido entrenador del Tenerife. Pero los Ultras Sur, de una inspiración ideológica muy clara, orientó sus pintadas por otro camino".

El de Valdano, sin embargo, no es un caso aislado. Yekini soportó pintadas racistas en Gijón nada más aterrizar en el Sporting, lo mismo que el colombiano Rincón cuando fichó por el Madrid, o su paisano Valencia en el Atlético. Aunque este último caso fue más grave: las pintadas callejeras no eran más que la prolongación del mensaje lanzado por Jesús Gil ("al negro le corto el cuello; que se vaya a Colombia, a ver si le matan de verdad. A lo mejor Blancanieves se va con los siete enanitos"), probablemente el personaje del fútbol español que más veces y con mayor peligro ha pisado el terreno de la xenofobia.

Si entre compañeros de un mismo equipo no suelen producirse quejas (la historia reciente de la

Liga española sólo reproduce un caso, cuando en 1990 los entonces nigerianos del Castilla Oladimeji, Ohen y Mutiu desvelaron que algunos jugadores de la plantilla les torturaban con frases del corte de 11 negro, vuelve a tu casa" o "esclavo, hijo de puta"), entre futbolistas rivales el roce racista es más frecuente. Y probablemente mucho más de lo que se conoce, ya que el llamado código del silencio de los futbolistas (lo que sucede en el campo, en el campo debe quedarse) esconde casos a diario.

"Si un jugador te dice que en la próxima jugada te va a romper la pierna", sostiene Valdano, "y llega la próxima jugada y te la rompe, no veo por qué hay que dejar pasar el incidente. Hay límites, si no estaríamos hablando de códigos mafiosos". Y ese límite, los jugadores negros acostumbran a situarlo precisamente en el insulto xenófobo. Pueden silenciar entradas malintencionadas, agresiones y otras malas artes, pero no toleran que se juegue con su color.

Fuera del campo, en los despa

chos, no se atisban rasgos xenófobos. Se contratan jugadores sin reparar en criterios de color o nacionalidad. La excepción es el Athletic, pero su política de utilizar sólo jugadores de la tierra tiene poco que ver con la xenofobia. "Fuera de cualquier matiz racista o político", argumenta José María Arrate, el presidente del club, "de lo que habla esta trayectoria de 100 años es de una idiosincrasia propia. Es un elemento diferenciador del resto del mundo que a cualquier institución le gustaría".

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