España CF
Clemente dijo en privado seismeses antes de convocar a Raúl: "jugará conmigo y será titula"
No se equivoquen: Clemente no es un seleccionador. No es un hombre que echa un vistazo a lo que hay disponible y elige. No se mueve por caprichos. Clemente es, ha sido, y probablemente nunca dejará de serlo, un entre nador de club, un hombre al que le gustan las plantillas estables y los jugadores identificados plenamente con una forma de hacer las cosas. Es un hombre al que le gusta comprometerse con lo que tiene. La selección española es ahora mismo una especie de España C. F. donde todas las cosas están siempre en el mismo sitio, donde el ambiente no cambia de un partido para otro, donde el taller [nombre que se le da a la sala de masajes] es el punto neurálgico en el que 20 jugadores de distinta procedencia hacen equipo. Clemente no defiende su trabajo: defiende su club porque siempre se ha considerado un hombre de empresa. Y defiende a sus jugadores porque, en este caso sí (aquí no hay presidentes con un talonario en el bolsillo) los ha fichado él.Por tanto, no es dificil identificar su labor porque tiene una línea argumental. Y esa línea nace de un hombre al que le gusta planificar el futuro, que reflexiona a diario sobre lo que puede suceder dentro de unos meses, que toma sus decisiones con mucha antelación. Quienes le conocen a fondo están convencidos de que Clemente ya sabe cuál va a ser su equipo en el Mundial de Francia y cómo se va a transformar este mismo equipo en la Eurocopa del 2000. En su cabeza figuran esas dos alineaciones, no parece haber duda. De la misma manera que tenía decidido qué es lo que sucedería con Raúl en la primavera de 1996, cuando la prensa arreciaba contra él por su empecinamiento en no convocar a un jugador que era un valor decisivo en el Real Madrid.
Por aquel entonces, Clemente estaba dispuesto a quedarse en minoría. No era fácil de entender que Raúl no fuera convocado para la Eurocopa dentro de los 22 mejores. Clemente procuraba explicar. algunas razones, en su peculiar estilo, pero no desvelaba que tenía la decisión tomada. Un buen día lo hizo de forma privada: "Jugará conmigo y será titular indiscutible". En la cabeza de Clemente, Raúl era ya un hombre decisivo para un futuro equipo, el del Mundial de Francia. Sobre los papeles, Raúl era otra cosa: una pieza fundamental de la selección sub 21, la ma triz del equipo olímpico de Atlanta.
Medio año después, Clemente convocó a Raúl para el partido que España debía jugar ante la República Checa en Praga. Horas antes del encuentro, la prensa deportiva especulaba sobre su alineación. El propio Raúl daba por buenos algunos minutos de juego, "aunque fueran cinco". Y Clemente hacía bromas: "Cinco minutos me parecen pocos". Sobre el terreno de juego, saltó la sorpresa: Raúl entraba como titular. No ha dejado de serlo en toda la fase de clasificación. ¡Clemente lo tenía decidido hace seis meses!
Y es que Clemente llegó a la federación con una idea bajo el brazo: convertir a la selección en un club. Y también desveló un propósito: "De todas formas, yo no renuncio a jugar la final de un Mundial". Convertir la selección en un club significaba, en su particular ideario, sentar dos principios: estabilidad y fidelidad. Por, un lado, formar una plantilla estable sobre la que incorporar nuevos jugadores de forma natural. Por el otro, hacerles entender que entraban a formar parte de un reducido club con sus obligaciones y sus beneficios.
Dentro de la selección no hay conflictos. No hay quejas. Es un círculo cerrado: Clemente defiende a sus jugadores y los jugadores le defienden a él. Cuando alguien abandona definitivamente la selección (Goikoetxea, por ejemplo), el tránsito se hace sin ruido. Clemente lo ha previsto y ha ido hablando con el afectado. Todo se explica: "Es uno de los nuestros". Se explica que Cañizares no se haya movido de la selección, que no se hayan caído de las listas Pizzi, Ferrer, Nadal o Abelardo, independientemente de los minutos de juego que disfruten en sus equipos. Clemente ha cumplido siempre su parte del trato: por eso, no se perdonará nunca haber prescindido de Amor para la Eurocopa. Fue una traición a sí mismo (las incorporaciones tardías de Felipe y Juanele no resolvieron gran cosa). Porque una plantilla estable significa que quienes han luchado por obtener una clasificación para el Mundial van a estar presentes en el Mundial. Y cuando un jugador es catalogado como "uno de los nuestros" sabe que Clemente no le fallará.
Es curioso cómo un hombre tan ordenado y tan previsor tiene una imagen pública distorsionada. Pero, es el precio que paga por ser fiel al principio que ha establecido. Y lo paga gustosamente. Lee la prensa, escucha la radio, habla con periodistas a diario. Sabe lo que pensamos y lo que vamos a escribir. Nos trata como a un rival más: cuando digamos lo que tengamos que decir, él ya tendrá la respuesta preparada. Cuando quiera llamar la atención, sabe cuáles son los mecanismos.
Clemente tiene en su cabeza la alineación del Mundial. Lo tiene todo pensado, incluso las críticas que le pueden llover. Clemente prevé que se le someterá a un acoso informativo por De la Peña y por Lardín. No desecha que se le abra un caso entre Zubizarreta y Cañizares. Dada su personalidad, no es aventurado pensar que tiene previsto cómo y cuándo Zubizarreta dirá adiós y dará paso a Cañizares. Y quienes se vayan lo harán sin ruido. Clemente ha cumplido lo que prometió: resultados (33 victorias, 18 empates y tres derrotas) y el España C. F., invicto en tres años y cuatro meses. Ahora viene la segunda parte de la parte contratante: "No renuncio a que mi equipo juege la final de un Mundial".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.