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El Consejo de Europa y el fortalecimiento de la democracia

El Consejo de Europa inicia hoy en Estrasburgo la segunda cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los 40 países que lo componen. La anterior cumbre, celebrada en Viena en 1993, se ocupó prioritariamente de su ampliación hacia los países de la Europa del Este y abordó cuestiones como el problema de las minorías, la inquietante progresión del racismo y de la xenofobia en algunos países miembros y, como objetivo político, encomendó a esta institución europea, la más antigua de las existentes, que velara por la seguridad democrática del continente.En esta segunda cumbre están presentes ya, como miembros de pleno derecho del Consejo de Europa, Rusia y los Estados de la Europa central y oriental incorporados en estos últimos años. Sólo quedan por integrarse Bielorrusia, BosniaHerzegovina, Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Esta presencia casi al completo de la Europa central y oriental da al Consejo de Europa una nueva densidad política. Hasta el punto de que esta segunda cumbre ha sido concebida como el arranque de una nueva etapa en la construcción de la unidad europea tras la caída del muro de Berlín.

Algunos de estos países de la Europa oriental carecen de tradición democrática y dan ahora sus primeros pasos en el sistema político de libertades públicas. Otros, incluidos algunos de la Europa occidental, padecen un déficit de cultura democrática debido al largo periodo histórico que han vivido bajo regímenes totalitarios o dictatoriales que imponían una cultura política y modos de hacer antidemocráticos, autoritarios e intolerantes. Nuestro propio país, tras cerca de cuarenta años bajo una dictadura, carecía de una cultura democrática que ha ido recuperando en una transición considerada por muchos como ejemplar, pero que no ha sabido evitar que todavía aparezcan resabios y rebrotes que transgreden el espíritu y las reglas del juego democrático.

En la actual etapa de la construcción europea predomina por doquier la preocupación por la evolución de las economías de los países miembros y por su necesaria convergencia, así como por la marcha de los países de la Unión Europea hacia la moneda única. El Consejo de Europa, una de cuyas misiones primordiales es velar por los principios y valores sobre los que debe asentarse el proyecto de unidad continental, lleva a la agenda de esta cumbre otro tipo de cuestiones no menos determinantes para el futuro de Europa.

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Una de estas cuestiones es precisamente la cultura democrática. Uno de los cuatro grandes objetivos incluidos en la agenda es la aprobación de un vasto programa de educación en los valores democráticos, en la diversidad cultural y en la ciudadanía europea que, si es aprobado como se espera, será promovido en todos los centros docentes de los 40 países miembros del Consejo de Europa. Vivir en libertad requiere el aprendizaje de la cultura del diálogo, de la tolerancia, del respeto al adversario político, de la estricta aceptación del Estado de derecho y de sus exigencias, de la escrupulosa observancia de los derechos humanos, de la búsqueda de la concordia civil. Y el Consejo de Europa entiende que es bien necesaria una gran campaña para educar a los jóvenes europeos en esos valores. Y sería deseable que esa campaña cultural se llevara también a los medios de comunicación, de modo que toda la población pudiera instruirse en esos principios.

Los otros tres grandes objetivos de esta segunda cumbre del Consejo de Europa son: el nombramiento de un comisario de los derechos humanos; la promoción de los derechos sociales y económicos de cada ciudadano (la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en su reunión de finales de septiembre, aprobó pedir a los jefes de Estado y de Gobierno que se comprometieran a otorgar a los derechos sociales la misma prioridad y protección que a los derechos humanos), y el mejoramiento de la eficacia de la lucha contra el terrorismo, la corrupción y la criminalidad organizada.

Se espera que esta cumbre apruebe también la prohibición de la clonación humana; un sistema para la adopción de decisiones adaptadas a las necesidades de actuación urgente; una mejor coordinación con la Unión Europea; el compromiso de que los países miembros se obliguen a firmar y aplicar la Carta Social Europea revisada. En definitiva, como puso de manifiesto Miguel Ángel Martínez, autor de la ponencia sobre la cumbre aprobada por la asamblea, se espera que en Estrasburgo se dé hoy un nuevo aliento político al Consejo de Europa y afirme la voluntad de utilizar plenamente las posibilidades que esta institución ofrece en su dimensión paneuropea.

La construcción de la unidad europea es una larga marcha cuya inevitable lentitud y múltiples dificultades suscitan en algunos sectores de opinión europeos un cierto escepticismo. El Consejo de Europa quiere seguir siendo uno de los motores del complejo proyecto. Mucho ha cambiado esta veterana institución en los últimos años. No podía ser de otra manera tras desaparecer la división del continente a partir de 1989. Con esta cumbre que hoy comienza, el Consejo de Europa espera ahora un nuevo impulso que se traducirá en el plan de acción que proyecta aprobar. La eficacia de ese plan de acción dependerá en gran medida de la voluntad política y de la tenacidad que para llevarlo a cabo tengan los representantes políticos de los países miembros reunidos hoy y mañana en Estrasburgo. Pero también dependerá de los recursos que los 40 jefes de Estado, y de Gobierno quieran poner a disposición de esta institución europea, que hasta el momento ha tenido que arreglarse con presupuestos muy limitados. La coherencia que cabe esperar de la cumbre exige que la declaración final y el plan de acción que se piensa aprobar sean congruentes con los recursos asignados.

Félix Santos es periodista y corresponsal del Consejo de Europa en España.

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