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La salud de la mano del vino

La historia del vino no tiene principio, ni tendrá fin. Pero desde que las necesidades humanas hicieron las dos divinidades del vino: Baco, el romano ventripotente, borracho y desgalichado de alma, si es que la tenía, y Dionisos, el dios griego, bello, educado, sabedor del buen beber... Desde todas las inmensidades del tiempo que se han contado a partir de los dos dioses de todas las cuitas del vino, los bebedores se dividen en dos: los que saben beber y los que no saben beber. Y un tercer grupo, quizá el más buenamente ingenuo: el de los abstemios.Durante tantos milenios y milenios de siglos, el vino se ha demonizado, se ha elevado a los altares más sacros- se ha asimilado al alcohol, a la borrachera, a la enfermedad. Todos los calvarios y muchas excelsitudes se han bautizado con el nombre de vino. Pero siempre al tuntún, a lo burro, a lomos del desprecio, ahijado inseparable de la ignorancia.

Por fin, los tiempos cambian: anteayer concluyó en Madrid, organizado por la Fundación para la Investigación del Vino (Fivin), el primer Congreso Científico Intemacional Vino y salud. Los 40 especialistas más sabios del mundo, médicos, químicos, especialistas de salud pública, responsables de institutos científicos del vino, de la salud y de la sociedad, expertos en alimentación y nutrición..., y todos ellos ejercientes en cátedras estelares de las universidades y centros occidentales más reputados, nacionales o de ámbito europeo.

Conferencias, coloquios y mesas redondas ilustran sobre el tema sobresaliente: el vino y la salud. "El vino, ética y estética", "La prevención del cáncer y el vino", moderada por el representante de la Comisión Europea de Agricultura. El doctor Morten Gronbaek, del instituto de medicina preventiva de Copenhague (Dinamarca) explicó con detalle el estudio que se ha hecho sobre la ingestión moderada de diferentes tipos de mezclas alcohólicas: un estudio que se ha hecho a lo largo de 15 años sobre 13.285 personas dio como resultado que la mayor tasa de mortalidad afectaba a los alcohólicos irredentos y múltiples. La tasa inferior de mortalidad favorece a quienes beben buen vino moderadamente, es decir, alrededor de cinco o seis copas diarias. Y la tasa media de mortalidad, entre los dos extremos citados, afecta a los abstemios.

Carlos Falcó , experto enólogo, estudioso del vino y cosechero, explicó que la perversión y decadencia del cuerpo humano procede de la oxidación de las células que lo componen; y que, precisamente, uno de los múltiples elementos químicos naturales del vino (a veces, 300, 400, 600 ... ), llamado resveratrol, de igual manera que los nombrados flabonoides (son los colorantes del vino, como los taninos ... ), todos ellos son más antioxidantes, y por ello, las células del cuerpo se mantienen más jóvenes con vino, bebido moderadamente y de gran calidad. Múltiples intervenciones demostraron cómo los problemas cardiovasculares, más que proceder del vino, se benefician del vino bebido correctamente. La doctora Paloma Soria, adjunto de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Ramón y Cajal de Madrid, expuso que la obesidad no tiene que ver con el vino.

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