¡CÓMO BAILA... DON FELIPE!
Hasta se podría pensar, sólo pensar, que Nacho Duato, el más genio del baile grande, le ha dicho cuatro cosas al príncipe Felipe para moverse con el ritmo que lo hace cuando va de discoteca, como la noche del jueves. En Pachá, una cumbre de la juventud de lujo que nocturnea, baila y toma una copa, el Principe, en una esquina de la barra del sitio, como si estuviera solo, meditando ya en su futuro, tomaba su copa a sorbos espaciados sin que nadie reparara (cosas de la educación). Pero no estaba solo, claro, porque, en la otra esquina de la barra, su futuro cuñado, Iñaki Urdangarín, paliqueaba a todo trapo con amigos, es de suponer. Alvaro de Marichalar, también de barra con sus familiares-amigos políticos, oficiaba de comunicador de algo, moviéndose. Pasaron unos minutos y izas!, la magia de algún atisbo imaginario de consigna invisible removió a todo el grupo de buenos mozos en mangas de camisa, que, en cosa de segundos, en la pista de baile, ritmaban movimientos de brazos y de caderas y de cuerpos y de expresiones. La alegría de vivir y de bailar al son de las notas hiperbailonas de nuestros tíempos modernos. Algún cliente de sangre de andar por casa reojeaba al descubrir a don Felipe o a Iñaki Urdangarín, que, de tiempo en tiempo, se cogían de los brazos para hacerse confidencias, se supone; pero la noche resbalaba como si nada y ya pasaban de las cuatro de la madrugada cuando el Príncipe continuaba ofreciendo en la pista el regalo de su estilo. Nota sospechosa: ni una sola mujer en el grupo. ¿Era la despedida madrileña de soltero del futuro esposo de doña Cristina?-
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