¿Por qué ahora sí?
Como refleja EL PAÍS en su editorial del 12 de septiembre, la mayoría de las comunidades autónomas ha decidido vacunar frente al meningococo tipo C. El límite de espacio en esta sección impide ir más allá de unas breves consideraciones que expongo de forma sucinta:El prestigioso boletín Morbidity Mortality Weekly Report (MMWR), editado por el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta,publicó, con fecha 14 de febrero de 1997 (en pleno fragor epidémico en España), un monográfico en el que detallaba los criterios a seguir y las condiciones epidemiológicas a considerar para vacunar frente al meningococo C. Según estos criterios, en ninguna comunidad autónoma en España se dan las circunstancias necesarias que aconsejen una vacunación generalizada frente al meningococo C.
Pese a cierta resistencia inicial a supuestas demandas de la población (también el mercado aquí dicta su ley), las comunidades autónomas inician campañas de vacunación que en el día ' de la fecha amenazan generalizarse a todo el país. Los ciudadanos y los técnicos escuchamos boquiabiertos argumentos como el que sigue: "Nada ha cambiado, la situación no es alarmante, pero nos vemos obligados a vacunar porque otros lo hacen y no podemos convertirnos en una isla". Al parecer, en lo que a la vacunación se refiere, el "hecho diferencial" no se reivindica.
Los epidemiólogos, médicos de sanidad, preventistas, etcétera, que pasamos el otoño y el invierno pasado explicando las razones por las cuales considerábamos que la vacunación era innecesaria, nos encontramos en la tesitura de responder a preguntas de los ciudadanos tan razonables como las siguientes: "Si me dijo que no vacunase a mi hijo el año pasado, ¿por qué me recomienda ahora que lo vacune si no hay motivo de alarma?". "Mi hijo tiene ahora 15 meses, ¿deberé vacunarlo a los dos años al igual que a su hermano mayor?". "El efecto de la vacuna es de dos años, según me dice: ¿vacunará usted a mi hijo dentro de dos años, cuando pase el efecto de protección?".
Puede haber situaciones peores. Por motivos de mi trabajo, el año pasado fui designado por mis superiores jerárquicos como ponente en una reunión sobre meningitis C. En dicha reunión, a la que asistieron los coordinadores médicos de los centros de salud, expliqué la posición de mi departamento en relación a la vacuna, que se podría resumir así: no se esconde una actitud economicista en la decisión de no vacunar, existen razones científicas de peso. Sustenté mi ponencia con una buena dosis de argumentos y de documentación, y polemicé con algunos de los presentes. Sospecho que en breve se planteará una reunión análoga para recomendar la vacunación; sólo de pensar que sea nuevamente designado como ponente hace que un escalofrío me recorra el epinazo. En mi opinión, es lamentable que decisiones trascendentes relacionadas con la política vacunal se tomen de acuerdo a la coyuntura política o a los intereses de la industria farmacéutica (¿nadie ha pensado quiénes son los grandes beneficiados de esta decisión?).
El silencio del Colegio de Médicos y de la Sociedad Española de Epidemiología es un clamor que amenaza volar nuestros tímpanos-
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