El Rayo se pasea por "La Peineta"

En cierto sentido engaña el marcador. No porque el Villarreal mereciera menos, sino porque el Rayo no se hizo acreedor a tanto. Pero se encontró a un rival insospechadamente asustadizo y a un árbitro feroz en el manejo de las tarjetas. Sin hacer nada del más allá, lo poco que enseñó el Rayo resultó definitivo.Salió el cuadro vallecano con tres delanteros y sólo tres defensas, lo que habla a las claras del talante de Ortuondo. Y como el equipo se sabe superior, pues da igual que tarde en despertarse o que abuse del pelotazo, algo lícito en un conjunto que cuenta con un tipo de 1,91 de altura en su delantera. Se hizo de rogar el buen fútbol, aunque la primera visita rayista al área rival acabara con Klimowicz en el suelo y el árbitro en el punto de penalti.

Vio el cielo abierto el Rayo, pero no le pasó lo mismo al argentino con la portería. Su disparo se fue al limbo. Al Rayo le abotargó en exceso ese error, pero al Villarreal no le sirvió para abandonar su sesteo. Media hora se llevaba cuando Onésimo la mandó a la olla y Klimowicz volvió al suelo. El árbitro silbó justo en el instante en que Pineda chutaba a la red. Los rayistas protestaron airadamente pidiendo, quizá, aquello que se decía en los colegios: "Penalti y gol es gol". Pero quien se fue a la calle fue Pascual, el autor del penalti.

Y esa excusa le puede valer al Villarreal para argumentar su derrota, que no la envergadura de ésta. El Rayo se encontró de huésped en el paraíso, con ventaja en el marcador y un rival inferior incluso numéricamente. Apareció entonces Castillo para mandar la pelota a la escuadra merced a un soberbio zapatazo desde 25 metros. Todo lo que vino después fue un paseo, que sirvió para que el Villarreal acumulara otra expulsión y para que Van der Bergh se lo pasara de vicio, mientras el árbitro hacía lo propio, tarjeta en ristre.