Pesadilla
La otra noche soñé que clonaban a Julio Anguita y que las calles de mi ciudad se llenaban de tipos vestidos de predicador mormón (uniforme elegido por el coordinador general de Izquierda Unida en su reciente comparecencia en Santander al alimón con el camarada Ziugánov), que paraban a los transeúntes para pegarles la bronca. La clonación se había producido por dos motivos fundamentales:1. Anguita había llegado a la conclusión de que si todo el mundo fuera como él las cosas mejorarían en IU y en toda España.
2. Su amigo Paco Frutos, ese gran guardián de las esencias, le había informado de que sus materializaciones en televisión empezaban a revelarse ineficaces, ya que la gente, a la que le veía aparecer con el dedo en alto, las cejas arqueadas y la sonrisita de tío listo, cambiaba de canal (para encontrarse, habitualmente, con el otro gran repartidor de broncas a domicilio, el padre Arzalluz, pero qué se le va a hacer ... ).
En mi sueño, yo abría la puerta y me encontraba frente a dos anguitas (sendas placas en la camisa indicaban que se trataba de los clones 16.121 y 16.122) que me ataban a una silla, y mientras uno de ellos me vaciaba la nevera, el otro me echaba la culpa de todo lo que, según él, iba mal en España. Yo les preguntaba por qué la habían tomado conmigo y ellos me respondían que después de cabrearse con los sindicatos, y con la mitad de la coalición, con el Rey y con los jueces, ya sólo les quedaba por practicar el mal rollo individualizado con el ciudadano de a pie.
Antes de irse me dijeron que me fuera preparando, porque la cosa no ha hecho más que empezar. Parece que ya les han copiado la idea y que dentro de poco recibiré la visita de dos Álvarez Cascos, que me darán a elegir entre comerme el descodificador symulcript o introducírmelo por el recto.
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