La Iglesia pide a 300.000 jóvenes en París que el amor supere a la ley del dinero
Unos 300.000 católicos de todo el mundo asistieron ayer a la misa de apertura de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), que se celebran esta semana en París. La gran explanada de la torre Eiffel se llenó de peregrinos a los que, el arzobispo de París, el cardenal Jean Marie Lustiger, exhortó a elegir la "ambición del amor" frente a "la competición y la conquista, la dura ley del dinero y del deporte".
La misa de apertura constituyó un anticipo de la que celebrará el sábado el papa Juan Pablo II, anunciada por la jerarquía católica francesa como "multitudinaria y espectacular".La jerarquía católica de Francia confiaba en que las JMJ impulsaran el espíritu religioso en la nación históricamente calificada como "hija mayor de la Iglesia". Esa ambición se ha visto parcialmente frustrada por el escaso eco que las JMJ han obtenido entre la juventud francesa: sólo unos 10.000 católicos locales se han inscrito en alguno de los actos de la semana, frente a casi 100.000 católicos italianos.
Aunque una parte de la asistencia extranjera cuente con el incentivo de hacer turismo a muy buen precio (el alojamiento y la comida son gratuitos en parroquias y centros habilitados como dormitorios colectivos), la atonía del catolicismo francés ha quedado manifiesta. El propio Juan Pablo II admitía ayer, en una entrevista en el diario católico La Croix, la gravedad de la "caída de la práctica religiosa y la disminución de las vocaciones sacerdotales" en Francia.
La asistencia total también ha sido revisada a la baja. En principio, se esperaba que 600.000 personas participaran en la semana. El número de inscritos se ha quedado en menos de la mitad, y ahora la cifra de 600.000 se reserva para la misa papal en el hipódromo de Longchamps, en la esperanza de que la espectacularidad del acto atraiga a última hora a los creyentes locales.
Colorido y grandeza
Si no por el fervor de los franceses, los organizadores esperan impresionar al Papa y al medio millar de cardenales y obispos extranjeros con el ambiente, el colorido y la grandeza de los actos. París está repleto de jóvenes peregrinos que recorren la ciudad entonando las canciones que, junto con bonos de restaurante, billetes de transporte público y un misal, se les entrega dentro un macuto a su llegada.
El vestuario de los eclesiásticos, diseñado para la ocasión por el arquitecto y modista Christian de Portzamparc inspirándose en los colores del arco iris, contribuye a la vistosidad de las ceremonias. La misa papal contará además con un mobiliario (altar, trono pontifical, asientos, candelabros) diseñado expresamente por la esposa del arquitecto, Elizabeth. En esa misa, 800 sacerdotes cooficiarán junto a Juan Pablo II bajo una cúpula formada con haces de rayo láser.
La ceremonia de ayer comenzó con una paella multitudinaria servida un par de horas antes de la misa y permitió que, por primera vez, se reunieran en un solo lugar los jóvenes peregrinos que desde hacía días habían empezado a llegar a París desde unos 150 países.
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