EL CASTILLO ORINADO
El Festival del Agua que se celebra en Estocolmo se ha convertido en una multitudinaria fiesta popular y en una atracción turística. Con un inusual verano nórdico -temperaturas alrededor de los 30 grados-, el consumo de cerveza y refrescos en los bares de la zona vieja de la ciudad se ha disparado. Como el uso de los 545 urinarios instalados para cubrir las necesidades del público y evitar así la vieja costumbre lugareña de vaciar la vejiga contra el primer muro que se presente. Además de los malos olores, hay otra consecuencia que hiere el orgullo nacional: en el área del festival se encuentra el palacio real de los monarcas, Gustavo y Silvia, y sus paredes son receptoras de las urgencias fisiológicas. El jefe de vigilancia del festival, el teniente Akerlom, señala que "orinar contra un árbol puede aceptarse, a fin de cuentas cualquier perro lo hace, pero hacerlo contra el domicilio del rey es demasiado". Sin embargo, el profesor de etnología Ake Daun afirma, que es difícil evitar esas agresiones: "Para los nórdicos, el acto de la micción no es ninguna vergüenza. Es común que, en medio de un almuerzo, alguien se levante y comente en voz alta que va a orinar. Esto sería impensable en los pueblos del sur de Europa", agrega. Hombre, pues sí. -
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