El fundador de la dinastía
En el pequeño cuerpo de Martín Fiz -1,69 metros, 52 kilos- se mueve una compleja y espléndida máquina cardiovascular. Pero lo que más valora su entrenador, Sabino Padilla, es la voluntad inquebrantable del hombre que ha fundado la actual dinastía de maratonianos en España. Mucho antes fue un fondista que sufría sus limitaciones frente a los grandes especialistas de la pista. No tenía ni el cuerpo, ni la zancada, ni la velocidad final para medirse con los mejores. Sentía la decepción del atleta que quiere y no puede.Padilla, que también dirigía los entrenamientos de Miguel Induráin, le aconsejó que indagara en el mundo del maratón. Su morfología era perfecta para la carrera, lo mismo que su resistencia, avalada por una magnífica capacidad cardiovascular. Su incursión en el maratón fue espectacular. En 1994 se proclamó campeón de Europa en Helsinki. Un año después se coronó campeón del mundo. Sólo le faltaba el triunfo en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Allí sufrió una decepción inmensa. Fue cuarto, a pesar de encontrarse en unas condiciones perfectas. Su error fue táctico. Dejó escapar al sur africano Thugwane y a otros dos atletas y no tuvo espacio para re cortar la desventaja en los últimos cinco kilómetros.
Aunque la herida de la derrota en los Juegos no le ha abandonado, Fiz ha desplegado toda su voluntad para llegar a Atenas en la mejor condición de su vida. Sus tiempos en los entrenamientos eran mejores que los previos a Atlanta. Y también estaba su fortaleza para competir. Como siempre que disputa una gran prueba, se presentó en la salida del Mundial con una barba de tres días. "Cuando me ven así, con esa bar ba y la pinta de famélico, los rivales deben pensar que paso hambre y que soy duro de pelar".
En Atenas realizó la carrera de su vida. Jamás había atacado tan pronto: fue en cabeza durante los últimos 18 kilómetros. Destrozó a todos sus rivales, menos a Antón, que estaba convencido de que su triunfo pasaba por seguir al mejor: Martín Fiz.
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