Los placeres del alterne
Aznar "tiene entre manos" a Ángel González, Benedetti y Alberti.El Rey paga lo que compra
Ayer fue el día de presentación oficial de las regatas de la Copa del Rey-Agua Brava, y coincidió con el primer día nublado y bochornoso, lo que coincidió con el primer cumpleaños del hijo de Paloma Lago y Javier García Obregón, lo que coincidió con la llegada del presidente Aznar para despachar con el Rey durante 90 minutos. Aznar se puso después a disposición de los periodistas, y aprovechó para comunicarnos que este año está leyendo poesía, la antología de Germán Yanke Los poetas tranquilos, que le parece muy bien porque "ahí tienes a Juaristi, a Jiménez Millán, a Gómez Montero...". Supongo que quiso decir García Montero. Un lapsus lo tiene cualquiera, en especial cuando, uno está pendiente de no hablar más de la cuenta sobre Cañellas.Algo más, respecto a poesía, dijo el mandatario, y me desazonó: "Tengo entre manos a Ángel González, Mario Benedetti y al mismo Alberti". ¿Qué habrá querido decir? Ya saben ustedes que el lenguaje siempre nos delata, mucho más que, por ejemplo, los signos exteriores, la ropa, la gorra. La vestimenta oculta, la lengua muestra. Si vestirse igual nos hiciera iguales, ahora mismo pocas diferencias existirían entre el Rey y nosotros, dado que por aquí todos llevamos puestos los polos o las camisetas de Puig lanzadas para esta edición de la Copa. Ayer, bajo el nublado, mientras los náuticos se enseñaban mutuamente las velas y se las medían, el propio don Juan Carlos adquirió varias prendas en el quiosco, y no saben lo que le costó que le aceptaran las 12.000 pesetas del importe.
Son éstos los detalles que humanizan a un Monarca, me dije, extasiada, y por los que merece la pena regresar a Mallorca año tras año, aunque al hacerlo me haya perdido la oportunidad de pujar por uno de los mantones de Manila de Rappel, que el ilustre oráculo cedió generosamente para que fuera subastado en la gala de la Cruz Roja de Marbella. Otro aliciente mallorquín es la posibilidad de coincidir con un millonario en las duchas del Náutico, en donde se bañan los ricachos cuando, después de dar la vuelta al mundo, salen hechos unos zarrapastrosos de sus embarcaciones, lujosas, sí, pero demasiado estrechas como para permitirles enjabonarse la espalda con comodidad.
Por otra, parte, es sabido que la afición náutica resulta contagiosa e incluso los neófitos pueden hacer un buen papel a bordo de un velero. El apuesto Urdangarín ha quedado bien a la primera y hasta el propio don Jaime de Marichalar, que el año pasado se mostraba algo patoso, hoy circula en moto de agua como si no hubiera hecho otra práctica en su vida. Quién sabe si yo, de tanto verles, conseguiré al final dedicarme sin esfuerzo a la vela, el tiro al plato y, quizá, la equitación.
Entretanto, observo con devoción las evoluciones de tan importantes personajes por el bar del Náutico, tomo nota de la sencillez con que el Rey conversa con Josep Cusí y el resto de la tripulación; paro la oreja para captar -sin éxito: guardaespaldas de por medio- las charlas informales de la infanta Cristina con su prima Alexia de Grecia y otros jóvenes igualmente naturales y me conmuevo cuando una camarera le acerca al Monarca a un bebé para que lo bese. Es un bebé muy solicitado, porque poco después le veo en otra mesa, recibiendo más ósculos: debe de ser el de plantilla de los lunes, me digo.
Es tal la intensidad de los momentos vividos junto al mar, en medio de un sinfín de barcos de competición que ostentan el cartelazo con la marca que los patrocina, rozándome con la crema y la nata de nuestra sociedad; es tal la presión que una siente, que a veces tengo que desengrasar asistiendo a un acto cultural, y por eso el otro día estuve en Artá, en la inauguración del Fondo Documental Miquel Barceló, en la casa de cultura de Na Batlessa. El propio pintor -que está trabajando en el diseño de la cúpula y de la bóveda del Liceo de Barcelona- se encontraba allí, y fue un alivio poder charlar de arte, y no de vela.
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