Vete al Oeste, 'Mo'
Dispuesto a hacerse un nombre en la galería de astros de la velocidad, Maurice Mo Greene viajó al Oeste, como en el viejo sueño americano. En septiembre de 1996 se trasladó desde Kansas City hasta California, donde John Smith se encarga de pulir a algunos de los hombres más rápidos del mundo. Greene tenía condiciones, pero no sabía traducirlas en la pista. Tenía que resolver sus problemas. John Smith era su hombre. Dirigía a Ato Boldon, a la francesa Marie Jo Perec y había conducido a Quincy Watts y a Kevin Young a las victorias en los 400 y 400 metros vallas en los Juegos de Barcelona."Vengo porque quiero ser campeón en Atenas", le dijo al entrenador. Hasta ese momento su mejor marca era de 10.08s, nada del otro mundo, aunque Greene había tenido sus cinco minutos de fama en 1995. En una carrera de primavera, los Texas Relays, había batido a Carl Lewis. Registró 9,88s, favorecido por un vendaval. "¿Conoces al tipo que te ha ganado?", le preguntaron a Lewis. "No sé ni como se llama", contestó el astro norteamericano.
Luego vino el anonimato. Greene consiguió un puesto en el equipo americano que participó en los Mundiales del 95, pero fue eliminado en las series, algo difícil de aceptar para un velocista estadounidense. Su rastro se perdió por algún tiempo. Por supuesto no participó en Atlanta. Parecía uno de los muchos sprinters efímeros que afloran y desaparecen en Estados Unidos. Pero Greene tenía voluntad y un objetivo. Por eso fue en busca de John Smith, el hombre que había aprendido su trabajo de Charlie Francis, el hacedor de Ben Johnson. Para Smith se abría la posibilidad de forjar al atleta capaz de levantar a la velocidad estadounidense de la mediocridad reinante tras el declive de Carl Lewis.
Con un régimen intensivo de pesas, con la ayuda de Ato Boldon -un estudioso de los vídeos-, bajo la férrea disciplina impuesta por John Smith, la progresión de Greene ha sido espectácular: de 10.08 a 9.86s. O sea, las 22 centésimas que separan a un buen sprinter del campeón del mundo.
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