¿Cómo permanecer indiferente?
En contra de lo que se dice, soy de la opinión de que las comparaciones jamás son odiosas cuando permiten ubicar a cada cual en el lugar exacto que le corresponde. ¿Cómo evitarlas, por ejemplo, ante el espectáculo que brindan los infames insultos proferidos por un tal Coronado, a quien se presume la postura de ecuanimidad, prudencia y discreción que muchos creemos inherentes a los jueces, frente a un periodista, llamado Ernesto Ekaizer, obligado a cumplir con el deber exigido al informador veraz y objetivo, y auténtico arquetipo de profesionalidad en un panorama mediático donde tan a menudo priman la fantasmagoría y la tendenciosidad más lamentables? ¿Cómo permanecer indiferentes ante estilos y talantes tan diametralmente opuestos, en los que se simbolizan dos formas antagónicas de entender las relaciones humanas y el trato que se ha de dar a las personas en una sociedad civilizada más allá del disentimiento que las pueda separar? Ante una y otra, mi opción se muestra inequívoca: sentirse en esta ocasión sudaca equivale a tomar posiciones firmes en las antípodas de todo cuanto apesta a racismo y machismo o se complace con las actitudes chulescas de los badulaques.-