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La moda del jardín

Después del amor por los animales domésticos, llega la nueva adoración por los jardines. En Francia, a lo largo del año pasado, los ciudadanos gastaron más de 700.000 millones de pesetas en sus 13 millones de jardines privados. Casi tanto como lo que dedicaron a comprar aparatos de alta fidelidad, discos y televisores juntos. La jardimanía ha desatado en Francia un negocio desconocido hace seis a años. La inversión de tiempo en jardinería es en el Reino Unido, en Irlanda, en Alemania o en Francia superior a las horas que se dedican a otros hobbies, como jugar al tenis o al golf. No parece aventurado esperar que el fenómeno estalle en España, donde es ya bien visible la proliferación de secciones en periódicos y revistas, grandes invernaderos atestados de clientes durante los fines de semana, de ventas de semillas, libros y herramientas.La tipología de los jardines denota las distintas concepciones que las culturas aplican a la naturaleza y no hay más que sumergirse en los parques chinos para recibir la prueba de esta ecuación. En el Occidente moderno han predominado dos grandes corrientes de jardinería. Una, nacida en el Renacimiento y que se plasma hegemónicamente en el jardín natural inglés del siglo XVIII. Y otra, culminante en los mismos años, que ejemplariza el geométrico jardín francés, al estilo de Versalles. El británico es un arquetipo que deja a la naturaleza manifestarse libremente o hace como si la dejara hacer. El francés, por el contrario, somete y domestica lo, natural como manera de manifestar el dominio de la, razón humana sobre su entorno. El clásico jardín francés está dispuesto para la, vista; como una conquista. Sus setos recortados, su alineación precisa y ajustada, satisfacen a la mirada y no al resto de los sentidos. Las flores no están dispuestas para prestar su aroma, sino más bien su forma y su color. Nada que ver, en ambos casos, con el milenario jardín chino.

El jardín chino sigue a la naturaleza, pero a diferencia del inglés, que se complace en dejarla hacer, el chino la utiliza como como materia poética. En el diseño de los jardines chinos no sólo intervienen botánicos y jardineros, sino pintores y poetas. Exactamente la sensación que se desprende de pasear por un jardín de esta factura es la de estar asistiendo a una representación, un argumento literario o el proceso de un cuadro. Los jardines tienen un título, como si se tratara de una composición, y en su desarrollo presentan secuencias que recrean la idea central. Más aún, el jardín dispone de pabellones, corredores, quioscos y barandales para asistir, según las estaciones y según la hora del día a un espectáculo que aborda, de forma cambiante, el mismo asunto principal. Las plantas que se escogen, se conjugan con la distribución de especies animales, cursos de agua y edificaciones, integradas todas en el mismo lema. Cuando a los chinos se les pregunta qué planes tienen para el próximo fin de semana, no es extraño escucharles decir que visitarán un jardín tal como si anunciaran que irán a un teatro o a un cine. El jardín no sólo sirve para ser visto placenteramentel sino para crear interacciones emocionales complejas. De hecho, el jardín chino incluye tres categorías básicas con las que juega: lo encantador, lo risueño y lo horroroso. El prodigio artístico, del modelo chino le hace ganar año tras año concursos internacionales, y en este tiempo la ola de chinoiseries, presente en la moda, en los muebles, en la medicina, en las religiones, comprende también el aprecio por sus jardines.

No son, efectivamente, de esta naturaleza los que la clase media francesa y la española diseñan en sus metros cuadrados pegados a la segunda residencia o a la casa, pero sí es del orden del gusto por la naturaleza -afición muy americana y china, a la vez- la actual vindicación del jardín privado y público cuyo desarrollo detuvo el compacto crecimiento urbano, y ahora revive, también dentro de España, en municipios, urbanizaciones, zonas playeras y ex trarradios de la ciudad.

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