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La eterna batalla de Brunete

La localidad vive desde hace cuatro años sumida en un caos político que nadie logra arreglar

Vicente González Olaya

Lo de Brunete no tiene arreglo: tiros, insultos, alcaldes condenados, denuncias, pactos contra natura... Todo esto en un pueblo de 3.940 habitantes cuyos vecinos siguen atónitos las interminables peleas de sus políticos. En medio, un municipio sin presupuestos y sin planes urbanísticos.El caos en que vive inmerso Brunete comenzó en enero de 1994, cuando el entonces alcalde, Aquilino González, del PP, se negó a convocar una moción de censura interpuesta por Coalición Independiente de Brunete (CIB), PSOE e IU. La oposición le denunció. Lo más suave que le llamaron entonces fue dictador.

En febrero de 1995, los jueces le ordenaron convocar el pleno de la censura. Pero hizo oídos sordos. En su propia agrupación se produjeron fuertes disensiones. El secretario local del PP, Moisés Marcos, comentó: "Estamos rotos". Pero en marzo de 1995 la dirección regional le dio un ultimátum: o convocaba la moción de censura o no volvería a ser candidato. González acabo rindiéndose. Y llegaron las últimas, elecciones municipales. Como el PP no logró la mayoría absoluta, el resto de los grupos se unió para formar gobierno. González se rió. "Éstos no duran juntos ni un año", predijo.

El nuevo equipo nombró alcalde a Julio Fernández, de la Agrupación Independiente (AIB). Fernández se alió con el PSOE, IU y el Grupo Independiente de Brunete (GIB). Pero un año después los ediles de IU dejaron el gobierno "por la concesión irregular de licencias de construcción".

El alcalde se quedó en minoría. Fernández ordenó entonces un empadronamiento masivo de vecinos para que el municipio alcanzase los 5.000 habitantes. Con esta maniobra, podría crear legalmente una comisión de gobierno que le permitiera ejercer su cargo sin pasar por el pleno: lo mismo que Aquilino González hacía cuando era alcalde. Y en éstas, su primer teniente de alcalde, Vicente Caldeón, de GIB, se fue a azar con Aquilino González.

Calderón recibió una perdigonada. En el pueblo se comentó que el plomo había salido de la escopeta de González. Calderón quitó importancia al asunto y achacó todo a un accidente. Y lo demuestra el hecho de que ahora ha firmado, junto a González, la moción de censura. No es el único pacto que ha rondado las cabezas de los ediles. González confiesa que estuvo a punto de presentar una moción de censura con IU, el mismo grupo que durante años le descalificó. "En el fondo, todos nos llevamos bien", dice.

González, como ve que Fernández ha aprendido sus propias maneras, le ha propuesto que apoye la moción de censura que pretende derribarle. A cambio, le da una concejalía. Pero Fernández se niega. Dice que él es el que está dispuesto a darle concejalías a González. Y los vecinos mirando y sin entender nada de este lío que divide a un pueblo. Una crisis que nadie sabe cerrar.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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