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TOUR DE FRANCIA 97

Virenque y el trébol de cuatro bolas

Riis a Ullrich:" Quédate a mi lado, que es donde debes estar"

Carlos Arribas

Terminada la etapa, tocado el cielo con los dedos, conseguida su primera victoria en los Alpes -lleva dos en los Pirineos-, Richard Virenque se sienta y saca de su bolsillo, marchito y arrugado, un pedazo de verde. "Es un trébol de cuatro hojas. Me lo ha dado un espectador esta mañana. Parece que me ha dado suerte". Y sonríe. La mirada, negra, como le gusta verle a su director, Bruno Roussel, la mirada de sus grandes días. Virenque, el francés antes conocido por sus dotes de exhibicionista, había hecho por fin una etapa seria, digna de un futuro ganador del Tour. Y todo había estado planificado."Ayer por la noche les dije a mis compañeros: "fuera esas caras tristes, el Tour nos lo jugamos mañana", explica el escalador ganador del Gran Premio de la Montaña los últimos cuatro años. "Quería que todos se fueran a la cama concentrados, sabiendo que el día siguiente sería un gran día". Bruno Roussel, el director que ha creado un equipo de guerreros, se suma al relato: "El equipo estaba como loco por tomar la iniciativa, pero después del fiasco en Alpe d'Huez estaban bajos de moral", explica. "Fue el propio Richard el que les sacó del hoyo: hay que endurecer la carrera, les dijo. Y a ello se han dedicado todos".

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Es el estilo Festina, el estilo Virenque: ataques desde lejos desarbolando todas las tácticas conservadoras; obligando a todos los rivales a reaccionar sobre la marcha. La imagen de fábrica que cultiva Roussel. "La tarde del 14 de julio [etapa del Tourmalet, ganada por Brochard] les dije a mis corredores que me habían hecho vivir la etapa más hermosa y la mejor victoria desde que soy su director", continúa. "Hoy no sabría decir cuál de las dos es mejor". La lógica, sin necesidad de trébol, dice que la de ayer: un ataque serio sin desperdicio de fuerzas, con un solo objetivo: aislar a Ullrich.

El joven líder alemán lo pasó mal, pero superó las dificultades gracias al trabajo de Riis, su antiguo jefe. El danés estaba satisfecho: había demostrado que sus palabras no eran vanas cuando prometía ayudar a UlIrich y había logrado poner un pie en el podio. Pero lo pasó mal hasta que logró hablar con UlIrich en el llano entre el Glandon y la Madeleme. "En la Madeleine le dije a Jan que yo cuidaría de él, y le pedí que se quedara a mi lado, que es donde debe estar".

Ullrich, por su parte, respiró tranquilo al cruzar segundo la meta. "Estoy contento porque lució el sol y porque no me he caído", dice. Ayer actuó por primera vez de líder, generoso con sus rivales, solidario con sus compañeros y complaciente con todos; controlando al final a Virenque y diciéndole que no le relevaba porque no quería descolgar más a Riis. Y al final, no le disputó la victoria al francés: "Virenque trabajó tan duro que mereció ganar la etapa".

A 36.56m, de Virenque y Ullrich cruzó la meta un autobús inmenso. 98 corredores se hablan enganchado al último paquete. En puridad, todos deberían haber quedado fuera de carrera. El cierre del control estaba fijado al 12% del tiempo del primero, es decir, 32.55m, pero visto lo visto -"los eliminados superarían el 20% de los que comenzaron la etapa", según el comunicado-, el jurado aumentó el límite hasta 38.24m. Sólo seis se quedaron fuera.

Entre los rescatados hay probables ganadores de etapa en los días que quedan y también todos los del ONCE menos Sierra. Hubo algunos que no podían más, pero la experiencia dice que la mayoría viajó allí para no malgastar fuerzas con vistas a las próximas etapas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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