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TOUR DE FRANCIA 97

Una escalada a la antigua usanza

Pantani hace una exhibición de principio a fin en Alpe d'Huez- Olano pierde toda opción al podio

Luis Gómez

El Alpe d'Huez rehabilitó con todos los honores a Marco Pantani, y justo es celebrarlo. El Pirata firmó toda una exhibición al más puro estilo de los escaladores. Fue una ascensión clásica, limpia de estrategia. A su estela fueron perdiendo posiciones todos los hombres grandes de la general, casi por riguroso orden jerárquico. El último resistente fue Ullrich, a quien su director, Walter Godefroot, recomendó calma en los momentos de apuro porque corría el riesgo de caer víctima de su ímpetu juvenil. Pantani quería inscribir su nombre por segunda vez (la primera fue en 199.5) en la nómina de esta montaña, y no era oportuno retenerlo. El Alpe d'Huez terminó de sanear la general, le tomó, la temperatura a los hombres fuertes del pelotón. Resultado de ello fue otra recaída de Abraham Olano, que abandona toda esperanza de podio.El Alpe d'Huez sobresalía como nunca en el horizonte de la etapa. No había otro obstáculo de por medio. No era necesario franquear otras dificultades que exigieran lanzar hombres por delante: se trataba de subir esa montaña y sus famosas 21 curvas. Nada más. Así de simple. El pelotón llegó intacto a sus faldas precedido de una maniobra protocolaria: el Telekom escoltando al líder, los Festina reagrupándose. Pero tras la primera curva apareció Pantani.

A diferencia de otros años, no hubo labores de distracción. Tampoco calma chicha. Pantani apretó de salida, como los clásicos escaladores, pleno de inspiración. Una subida de este estilo data ya de algún tiempo, cuando Lucho Herrera y los escarabajos colombianos estaban en pleno apogeo. Así fue hasta que Induráin propuso otros modos y costumbres.

Pantani se llevó a Ullrich, Virenque, Riis y Casagrande en el primer impulso. Olano comenzó su calvario particular escoltado por sus hombres (Jiménez, Beltrán y Orlando Rodrigues). Escartín hizo un intento frustrado por agarrarse al vagón. Un nuevo empujón y se descolgaba Casagrande. Al siguiente era Riis. Quedaban 10 kilómetros y era obvio que los tres hombres de cabeza formaban el previsible podio de París. La montaña había hecho la selección natural de la carrera bajo el guión del escalador italiano.

Pero Pantani no estaba dispuesto a firmar una entente. En ningún momento buscó un relevo: lo quería todo, la etapa y los segundos que fueran necesarios. Volvió a empujar y se descolgó Virenque. Un kilómetro después le tocaba el turno a Ullrich, mientras su director aceleraba para aconsejarle que no planteara una resistencia en toda regla. El líder estaba cayendo en una trampa propia de su inmadurez: si se cebaba con el italiano podía pagarlo muy caro. Quedaban ocho kilómetros y la carretera estaba expedita para El Pirata. A Ullrich se le cayó la máscara: su rostro ya no era rígido e inmutable; había perdido color, tenía que abrir la boca para seguir pedaleando ¡Sufría! ¡Qué diferencia respecto de otras ascensiones!

Todas las previsiones salta ron en pedazos. Se hablaba de esperar las primeras maniobras de los festina, se comentaba que podía ser apropiado lanzar hombres para explorar el terreno, guardar fuerzas hasta los últimos cinco kilómetros, buscar colaboración. Nada sirvió: Pantani actuó a la antigua usanza y dejó a cada cual negociando sus propias miserias.

Fue, nuevamente, el caso de Olano, para quien no acabará este calvario, porque sus problemas no tienen remedio a corto plazo. Bien es sabido: en el Tour nadie se cura. Olano sólo pudo resistir a fuerza de voluntad, instalado sobre esa velocidad media, harto insuficiente para mayores empresas. Su situación semeja una lenta hemorragia sin fin: ayer perdió respecto a todos sus rivales y salió despedido definitivamente del podio. Hay hombres definitivamente más fuertes que él, pero no todos le han adelantado todavía, caso del italiano Casagrande. Su capacidad de resistencia pende de un hilo, y no puede hacer otra cosa que sufrir y esperar. Esperar, quizá, a que la situación se normalice y el Tour entre en una dinámica conservadora. Suele suceder cuando cada cual se siente razonablemente satisfecho con el puesto que ocupa.

Y eso es, justamente, lo que está por ver. ¿Está satisfecho Pantani con restablecer su crédito en Alpe d'Huez? ¿Le basta con haber demostrado que su recuperación es total después de más de un año inactivo a causa de un accidente? ¿Le es suficiente con asegurarse una plaza en el podio? ¿Quiere más Pantani, a la vista de que falta por atravesar lo más fuerte de los Alpes? Ullrich debería ofrecerles un armisticio honroso a sus rivales si no quiere verse envuelto en alguna complicación. Si Pantani lo firma, que Virenque lo haría gustoso, el Tour viajará en calma.

Porque ascensiones así son las que despiertan la imaginación de los aficionados. Viendo la impaciencia de Pantani recordamos la agresividad natural del escalador nato, del hombre que atacaba siempre cuando entraba en su terreno natural, del ciclista generoso que actuaba sin cálculo. Pantani ha demostrado que no es un estratega cuando siente que las fuerzas le acompañan, cuando le mueve el estado de euforia. Habría que ver qué es lo que tiene reservado para hoy, porque el diseño de este Tour permite cualquier aventura. en los Alpes. Ullrich tendrá que someter al orden a este hombre. Algo hemos ganado: capacidad para imaginar nuevas jornadas como las de ayer.

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