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FÚTBOL

Maradona alimenta los sueños

El argentino se luce también en el segundo partido tras su regreso

A las seis de la tarde de ayer en Buenos Aires (once de la noche hora española) el volcán del estadio del Boca, en el sur de la ciudad, bramaba como en las grandes ocasiones. Sólo el nombre mágico de Maradona, ese "Diego" enarbolado como una bandera en los cantos de la multitud y como una contraseña en las conversaciones entre aficionados, podía convocar a todos sin que importara demasiado el rival (Racing), el motivo (un partido más de un torneo en el que no aspiran al título) y el resultado (3-2).Las luces del estadio se apagaron y bajo la llovizna de la tarde fría y destemplada, un estruendo de fuegos de artificio saludó la entrada del Boca con Maradona como capitán. Ese equipo, atravesado por una crisis institucional y de juego que no logra resolver desde hace años, cambió con la sola presencia de Maradona. El Racing no lo sometió a un marcaje personal y ese error fue fatal. En sólo 45 minutos, dolorido como estaba por una contractura muscular, Maradona tocó de primera con todos los perfiles del pie izquierdo y hasta con el taco, puso balones al paso, dejó a compañeros en inmejorable situación para definir jugadas, colaboró directamente en dos de los goles y al cabo del primer tiempo el Boca ganaba 3-1. Tuvo que salir unos minutos para ser atendido fuera del campo por un golpe en el tobillo y cuando el colegiado marcó el final de ese periodo, se bajó las medias como si para él ya hubiera acabado el partido. Pero no se le notaba fatigado y sin aire como otras veces.Cuando ya nadie le esperaba, regresó al campo tras el descanso. El entrenador dejó en sus manos la decisión de salir y Maradona quiso jugar todavía unos minutos más para echarse como un manto sobre sus hombros la ovación que se alzó desde todas las tribunas del estadio cuando fue reemplazado por el uruguayo Cedrés.

En éste, el quinto regreso a la práctica activa del fútbol profesional a tres meses de cumplir 37 años, Maradona ha obligado a gran parte de la prensa deportiva, que le consideraba ya un ex jugador, a desdecirse y reconocer que su estado físico actual es el mejor de los últimos cinco años. Para asegurarse, los periodistas han seguido sus entrenamientos y tienen el registro de las marcas, de las pulsaciones cardiacas, del peso y de sus toques de balón cuando ha jugado al fútbol. La conclusión de la mayoría es que corre más, participa, se siente seguro, está fuerte de piernas para regatear, no ha perdido nada de la magia de su toque o de sus pelotazos, ve el juego como nadie y es posible que con el correr de los partidos, si no sufre ninguna lesión que altere el plan, alcance el ritmo y el aire que aún le faltan para resistir 90 minutos.

Ése es el Maradona que se ve desde fuera. Pero los que le conocen en la intimidad no toman tanto en cuenta su estado físico como su salud mental. Los médicos y los buenos amigos prefieren escucharle con atención cuando hace declaraciones públicas. En el revés de su discurso es donde puede leerse cómo está de verdad. Y bien, hay que admitir que también su cabeza ha vuelto a funcionar. Desde su regreso al país hace una semana, tras la etapa final de preparación en Canadá a las órdenes del atleta Ben Johnson, Maradona ha con testado a todo con sencillez, francamente, sin soberbia, sin agredir, con ánimo tolerante y aceptando que ha cometido errores. Todos los conflictos que él mismo había presentado como tales parecen ahora olvidados.

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