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TOUR DE FRANCIA 97

Algo más que un reclamo publicitario

Cipollini lució ayer una indumentaria toda amarilla, incluso la bicicleta

Carlos Arribas

El 99% de los ciclistas dejan diariamente de ser actores nada más cruzar la línea de meta. Se convierten entonces en chavales normales. Pero hay un corredor, por lo menos, que continúa actuando hasta que cada día apaga la luz de su habitación y se mete en la cama. Sin embargo, el italiano Mario Cipollini, que de él se trata, no ha inventado nada nuevo. Sigue la tradición de tantos corredores anteriores como Jacques Anquetil, capaces de dar brillo a una imagen tan gris como la de un ciclista.Primero cultivó su imagen de símbolo sexual. En los últimos años, el velocista toscano apareció regularmente en anuncios publicitarios vestido de jeque árabe, de Aladino o de mosquetero, siempre rodeado de mujeres desnudas. Ahora, la de ciclista diferente a los demás que quiere que se sepa que es diferente.

Ayer, dorado de la cabeza a los pies, era la viva imagen de un windsurfista recién salido del mar. Cabello engominado hacia atrás -su tono rubio resaltado por anchas mechas arnarillas-, jersey amarillo ajustadísimo, culotte también amarillo y pegado a los muslos, cubrezapatillas amarillo, guantes amarillos y bicicleta amarilla con sillín también amarillo. ¿Quién podría dudar que él, el hombre más rápido en los últimos 200 metros, era también el líder del Tour?

Reclamo publicitario

Pese a todas las apariencias, a todas las historias de corte sexual que han circulado, sus espantadas y otros detalles, el corredor italiano no es sólo un magnífico reclamo publicitario. Es más que un hombre anuncio, es un ciclista cada vez más serio. Hay quien dice que es por culpa de su reciente paternidad, otros opinan que ha tomado conciencia de que el ciclismo le devolverá favores si él es capaz de hacérselos. Pero sea por una razón u otra, el Cipollini que acaba de cumplir 30 años es un hombre comprometido con su oficio y con su profesión.Hace un mes, apenas logró terminar el Giro por primera vez en su carrera. En la ronda italiana aumentó su palmarés con el triunfo en cinco etapas, incluida la simbólica de la última jornada, que concluyó en la capital lombarda de Milán.

También fue un gregario de voto de su compañero de escuadra Ivan Gotti, que al final resultó el ganador absoluto. Sólo se permitió una distracción. El 4 de junio, el día en que nació su hija Lucrezia, se fue a dormir a casa para estar con su mujer y la niña. En el Tour también estará presente cotidianamente Lucrezia, pero por otros métodos, a través de cintas de vídeo con la niña tomando el biberón, en el baño y cosas de ésas.

Su preparación para la ronda francesa de este año ha sido concienzuda. En el momento en que encargó a un fabricante un culotte con la bandera de los Estados Unidos -el país en que se hacen las bicicletas Cannondale, las que utiliza el equipo Saeco-, se comprometió moralmente a ganar una etapa. Y en el momento en que embarcó en el camión una bicicleta Cannondale amarilla y un culotte dorado se comprometió consigo mismo a llegar a ser líder. Y esto no era tan fácil para él como ganar una etapa.

Tenía que lograr, antes, ser el mejor sprinter en el prólogo. Y eso hizo. También necesitaba para sus propósitos que quedara fuera de su equipo su antiguo lanzador en las llegadas y ahora enemigo irreconciliable, Silvio Martinello. ¿Quién podría atreverse a darle una respuesta negativa?

También la escuadra italiana del Saeco paga con sumo gusto las multas que le impone la organización de la carrera por la falta de la uniformidad correspondiente de su corredor. No deja de ser un precio barato para la publicidad que logra.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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