_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Taxi

Dicen que Madrid es la ciudad europea con más taxis. La profesión de taxista es seguramente una de las más vilipendiadas por la ciudadanía, cosa a todas luces injusta. Evidentemente, hay de todo, como en cualquier colectivo. Lo cierto es que casi todos ellos tienen una jornada laboral desmesurada. Algunos de ellos están amarrados al volante 14 horas diarias en una ciudad de tráfico crispante. Algunos tienen carácter agrio y aprovechan cualquier disculpa para echar sapos y culebras contra lo que sea. Otros prefieren exponer sus teorías filosóficas sobre la existencia, en ocasiones con fluidez e ignorancia.Pero la mayoría son gente formidable que se toma la vida con una dosis beneficiosa de socarronería y estoicismo. A veces es un placer charlar con ellos. Porque hay muchos que están muy enterados de lo que hay o deja de haber, están al tanto de los rumores que corren e informan con rigor de las, posibilidades varias para correrse una juerga soberana a cualquier hora del día o de la noche.

Eso sí, algunos hablan demasiado, y el viajero está deseando llegar a su destino para sacudirse la verborrea. Particularmente molestos son los que llevan instalado un aparato de radioaficionados. Las conversaciones que suelen mantener con otros colegas no son de recibo. Gritan, se comunican mensajes patateros, hablan en clave y te ponen la cabeza tarumba.

Al contrario de lo que se cree, a los taxistas no les interesa dar rodeos. Todo lo contrario, la cosa consiste en muchas bajadas de bandera. Durante el día, en casi todos los taxis se prohíbe fuman Por la noche, en cambio, desaparecen los cartelitos como por arte dé magia: la mayoría de los noctámbulos son fumadores y casi todos se abstendrían de subir a un vehículo con trabas a su vicio.

Hay clientes que utilizan el taxi de manera enfermiza. Ven la lucecita verde y levantan la mano a sabiendas de que no necesitan ir a parte alguna. La enfermedad ya tiene nombre: se trata de ciudadanos taxicómanos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_