Naomi y la desconocida
Paseaba con mi amigo Muga, al atardecer, bajo la suave luz del norte, que nos muestra las cosas sin humillarlas, cuando el nombre de Naomi Campbell, pronunciado en un pequeño grupo que contemplaba el mar, me hizo reflexionar una vez más sobre la belleza y el deseo.Estaba así absorto y apareció ella: desconocida, provinciana, también joven, con los muslos torneados de los años cincuenta, la minifalda de los sesenta, la ilusión de los setenta, la libertad de los ochenta y el viento femenino de los noventa. Y cuando llegó a mi altura y al alejarse apareció su espalda; un culo anónimo, mestizo de piedra y círculos, generaba su propia vida en cada paso, tentado a volar glorioso hacia los cielos.Me olvidé de Naomi: jamás me aturdió su cuerpo. Y además esta desconocida posiblemente mañana deje de serlo (ventajas de la vida provinciana). Me acercaré a ella con dos objetivos: uno es asunto mío; el otro, evitar que taje su cuerpo con sueños de top model. Muga me miró y ladró alegre.-
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