_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Filólogos en agonía

En un Madrid no lejano reinarán el derecho y el periodismo, las estrellas serán los fisioterapeutas, y los malditos, al borde de la mendicidad, la delincuencia y el destierro, los filólogos. O lo que es lo mismo -pues filólogo suena hermético y hasta cabalístico-, la gente de letras. En contra de lo que se veía venir en las novelas de ciencia-ficción y en las páginas de anuncios de los años ochenta, los ingenieros de telecomunicación no serán los señoritos que estacionan Porsches en las terrazas de la Castellana: de momento ya se han quedado en Golf, y quién sabe, a juzgar por las tendencias, si no terminarán aparcando la 20ª generación de Seat Ibiza. Algo parecido les pasa a los ingenieros informáticos y, qué maravilla, a los arquitectos: ahí es donde se confirma que los huecos que le hemos ganado al cinturón oficial en los últimos años sí han servido para eliminar de la carrera a aquellos que sólo querían relumbrón. Muchos.

Estas profecías, no se crea, son científicas. Se desprenden del cuadro de las 50 carreras más solicitadas por los nuevos universitarios en las cinco universidades públicas madrileñas (véase EL PAÍS del domingo), y a mi modo de ver es más revelador sobre lo que somos y lo que deseamos ser que los telefilmes surrealistas de la hora de la, siesta, y que son los que un 91% de la población utiliza para comprobar si su percepción de la realidad es la correcta.

Mucha gente -y ésta es también una sorpresa- sigue deseando ser psicólogo (no se especifica si psicoanalista o conductista, y ése sería el único parte fiable sobre la guerra civil que ambos bandos sostienen desde hace décadas), y nada más nacer, los estudiantes de ciencias ambientales (¿ambientólogos?, ¿ambientados?, ¿verdes?, ¿paisagólogos?, ¿ambientorros?, ¿guapos?) se han plantado en el número 15 de las carreras más solicitadas de la tabla, Un lugar nada despreciable si se observa que va antes que el clásico arquitecto (18), el entrañable maestro (21) -pese a la serie de televisión- o que el preferido de las madres: el ingeniero de Caminos (¡32!). Habría que nombrarle patrimonio nacional o algo así para sostenerle el prestigio. Piénsese que su gran rival en el hit-parade patrio de las últimas generaciones, el notario, se mantiene, junto con el abogado del Estado, en la carrera más solicitada, que es Derecho.

No insistamos demasiado en los últimos lugares de la lista -bibliotecario, politólogo, maestro de educación especial, logopeda, pedagogo y educador social (quizá les fuera mejor si se supiera qué es lo que hacen)-, para fijarnos en el último, el 50º: el filólogo. Dicho así, filólogo, suena casi tan mal como sus inmediatos competidores, pero piénsese que ésa es nada menos que la cantera de los profesores de literatura y de no pocos escritores y poetas (además de abundantes pelmazos, cantamañanas, delirantes, agazapados y borrachos, pero de eso no tiene la exclusiva). Que alguien venga y explique por qué cuesta entenderlo: este país es el cuarto productor de títulos del mundo y el único desde Byron en que un libro de poemas triunfa entre las masas de una Feria del Libro, y resulta que los estudios universitarios menos solicitados son aquellos que se dedican específicamente a las Letras.

Y llega el momento de la demagogia: filología inglesa se encuentra 16 puntos más arriba en las preferencias de los estudiantes, y periodismo -que yo personalmente considero un pariente no remoto de la filología, y conmigo un gran número de sus estudiantes, me consta- se encuentra 47 puntos más arriba. Y sigo con la demagogia: también estaría dispuesto a apostar a que mañana seguirá habiendo en este país más puestos de trabajo de profesor que de periodista. Este es, pues, el misterio del día: qué es lo que ha ocurrido, cómo, por qué y, sobre todo, por quiénes y con qué peregrinos o polvorientos criterios para que el atractivo de la que durante siglos fue en muchos sitios la mejor carrera -ahí es nada, la poesía, el idioma- haya caído tan bajo. Yo, desde luego, tengo mis ideas.

Ya sé que la estadística, como decía Borges, es el arte de conseguir que Juan y Manuel tengan medio pollo cuando en realidad uno de ellos tiene uno y el otro ninguno, pero es sobre estadísticas, y no sobre libros de caballería, como conformamos hoy nuestra imagen del mundo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_