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'Tamagotchi'

Manuel Rivas

Una sobrina me cuenta que en su colegio más de la mitad de los niños tienen ya un tamagotchi, la mascota virtual, esa especie de cibercachorro inventado en Japón y que arrasa ahora en toda Europa. Me pone al corriente también de perversos casos de malos, tratos. Por ejemplo, para alimentarlo debes presionar el botón A hasta que aparece en la pantalla el icono de un tenedor y un cuchillo. Puedes darle comida o golosinas, presionando el botón B. Pues bien, una niña le prestó a un compañero de aula su tamagotchi bajo el juramento de cuidarlo como si fuera suyo. Él le había pedido para salir, ella se lo estaba pensando, y creía que la mascota sería un primer vínculo de cariño. Hasta entonces, el tamagotchi era una criatura en "fase niño", sana, juguetona y alegre. En el chequeo de salud, la pantallita mostraba corazones oscuros, signo de felicidad. Pero una vez lo tuvo en sus manos, el chaval, sin saber el porqué, urdió una terrible maldad. A la hora de alimentarlo, escogió la opción "caramelos" y presionó el botón B hasta provocarle el empacho. No atendía sus llamadas de aseo y auxilio.Cuando se lo devolvió, el tamagotchi era un gordinflón, rodeado de excrementos y profundamente deprimido. En la pantalla aparecía una calavera. La niña intentó salvarlo con inyecciones virtuales, mientras lloraba lágrimas reales del tamaño de uvas verdes. Si lograra salvarlo, jugaría con él día y noche para hacerle feliz y para que perdiera aquel horrible sobrepeso. Ya era tarde. Según el manual, los tamagotchi no mueren, sino que regresan a su planeta. Pero ella supo que sólo era un consuelo. Por 2.500 pese as, había adquirido también la idea del mal y la muerte. Presionando los botones A y C, aparecería un nuevo huevo. Lo cuidaría ella sola. No lo compartiría con nadie. Y menos aún con un hombre enamorado.

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