Euforia en Hong Kong
Las firmas chinas logran financiarse con éxito en la colonia que será devuelta a Pekín el próximo 1 de julio
Ya no se trata de un arrebato. Es un fervor totalmente fanático que ha arraigado con fuerza en la población de Hong Kong. El entusiasmo por todo lo que procede de la República Popular China toma proporciones extravagantes. Unas 400.000 personas, o sea una de cada 16 que residen en el territorio, se han presentado a la compra de 15 millones de acciones, dentro del tramo reservado a los particulares, de la firma Beijing Enterprises, una filial del ayuntamiento de Pekín, que acaba de empezar a cotizar en la Bolsa de Hong Kong. Y eso, el primer día que se pusieron a la venta. Las colas en los bancos para retirar los formularios eran tales que aparecieron los reventas pidiendo más de 100 dólares de Hong Kong (1.875 pesetas) por acción.Teniendo en cuenta que los 135 millones de acciones reservadas para los inversores institucionales fueron suscritas 50 veces, se solicitaron más de 26.000 millones de acciones. La emisión se convirtió en la más, popular de todas las realizadas en el territorio. Más aún: como para poder adquirirlas los particulares han tenido que extender un cheque a nombre de la empresa emisora por el valor global de los títulos solicitados, en los blancos tuvieron que poner en circulación más de 243.000 millones de dólares de Hong Kong (4,5 billones de pesetas). Ello representa más de tres veces el importe de billetes y monedas en circulación en el territorio a finales de 1996.
Tuvo un impacto inmediato en los tipos del mercado de divisas, que han subido 1,5 puntos sobre los préstamos interbancarios a una semana, hasta el 6,75%. Eso no es todo: Beijing Entreprises, al haber podido colocar en cinco días la totalidad de los fondos en circulación, habría ganado ya 168 millones de dólares en concepto (le intereses -a razón de un interés del 5%-, lo cual representa la mitad de su beneficio anual previsto para 1997.
Sin embargo, se trataba de una operación que requería un buen respaldo económico. "Era necesario un talón de al menos 1,8 millones de dólares (33,7 millones de pesetas) para tener tan sólo un 50% de posibilidades de obtener 2.000 títulos", explica un inversor.
¿De dónde procede este frenesí? ¿Es la expresión popular de un nacionalismo chino que, aunque no carezca de matices, está muy expectante ante la devolución de Hong Kong a China? Desde las oficinas del ayuntamiento de Pekín se ha advertido: Beijing Enterprises será la única de sus filiales que se cotizará en la Bolsa de Hong Kong. De este modo, la capital pisa los talones a Shanghai, Cantón y Shenzen, cada una de las cuales introdujo filiales en Hong Kong para tener acceso a los mercados internacionales, algo que no pueden hacer desde las Bolsas chinas.
Pero si, desde el taxista hasta el alto directivo, fueron muchos los que hicieron la cola para adquirir valores de Pekín se debe ante todo a dos razones: en primer lugar, apuestan a que la sociedad matriz revenderá más tarde a su filial nuevas empresas a bajo precio, como hicieron las otras firmas chinas que se
tinanciaron en Hong Kong. Luego, el convencimiento de que "es un juego en el que siempre se gana". Desde principios de año, los red chips, en referencia a su accionariado mayoritario en China, han aumentado un 32,3% según el índice SocGen Crosby, frente a un índice general del mercado que sólo ha ganado un 5,8%.
Además, incluso antes de que se cerrara la operación de Beijing Enterprises, la acción cotizaba en el mercado gris (el mercado no oficial) tres veces por encima de su precio de salida. Es verdad que, a diferencia de numerosos red chips, la filial de Pekín posee varias empresas muy rentables: la primera industria cervecera china, Yanjing Brewery, que tiene el 85% del mercado de la cerveza en Pekín; la cadena de grandes almacenes Wangfujing, que gestiona los 30 establecimientos Mac Donald's en la capital china, con el 50% de las acciones; el 40% de una sociedad con Siemens para la fabricación de conmutadores telefónicos, y la muy lucrativa carretera de peaje de 19 kilómetros entre Pekín y su aeropuerto. Por otro lado, la sociedad está poco endeudada y tiene los mejores contactos. En otras palabras, no podría estar mejor relacionada con las autoridades chinas.
No es la más pequeña de las paradojas de Hong Kong. La cara de la moneda es que los medios gubernamentales sólo hablan de mantener, tras el 1 de julio, un sistema económico abierto y transparente. La cruz es que lo que hoy alimenta la euforia de H ong Kong, de la que la bolsa no es más que una expresión, es la esperanza de una creciente compenetración entre los círculos financieros de ambos lados de la frontera y la búsqueda a cualquier precio de los mejores contactos políticos. Porque estas inversiones descansan ante todo en una apuesta de carácter político. "Si el gobierno de Pekín decidiera prohibir a los grupos públicos chinos adquirir red chips o si de golpe deja de inyectar activos a bajo precio, todo el edificio se desmoronará", explica Mark Mobius, presidente del fondo especializado en los nuevos mercados. Preguntado sobre el riesgo inherente a estas acciones, un inversor que colocó más de 100 millones de dólares en Beijing Enterprises responde: "No es más que un riesgo soberano".
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