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Tribuna
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Cacerías

Rosa Montero

Entre otras muchas cosas, el parlanchín Roldán ha dicho que Rafael Vera pagaba cacerías con fondos reservados (cacerías de animales, en este caso). Yo no sé si será verdad, pero hay que reconocer que la caza y la política, o más bien cierta política, siempre han mantenido estrechas relaciones. Recordemos las celebérrimas cacerías de Franco: cómo le ponían las piezas al general para que se diera el gustazo de ejecutar venados, cómo se dirimían allí todo tipo de negociejos y prebendas. Porque el placer de matar parece provocar raptos de benevolencia en los políticos feroces, lo cual resulta muy adecuado para pedir favores.Hace poco visité en Bad Ischl, Austria, el pabellón de verano del emperador Francisco José, el de Sissí. Se trata de un palacete completamente tapizado de cuernos de animales: varios miles de cabezas de corzos, ciervos y millones que el emperador aniquiló a lo largo de medio siglo. Es una celebración o cena e a muerte, una brutal exhibición de prepotencia. Francisco José, que tenía veleidades absolutistas (llegó a disolver el Parlamento y gobernar durante nueve años como un tirano), debía de sentirse muy orgulloso de su exquisita capacidad de matarife.

Como Chernomirdin, el primer ministro ruso, que mandó construir una carretera y un helipuerto exclusivamente para cazar dos oseznos. Se apostó ante la cueva y los monteros hicieron salir a los animalitos: unos bebés peludos que el energúmeno destripó a escopetazos. Seguro que se creyó omnipotente tras semejante hazaña. Tan omnipotente que luego se descubrió que, desde que está en el cargo, ha acumulado una riqueza exorbitante de muchísimos miles de millones (no sé si esto les suena). Total, que qué tendrán las cacerías oficiales para gustarles tanto a los mangantes.

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