El Espanyol pierde, pero se salva

Cuarto triunfo consecutivo del Sevilla en su campo. Nunca tanta constancia sirvió para tan poco. Adiós con emociones puntuales: la despedida de Jiménez, que en realidad es un despido, el golazo de Tsartas, el último del Sevilla en Primera; y, lógicamente, la derrota del Betis. Fiel a la tradición de una ciudad que por medio del barroco convirtió el dolor en un espectáculo y la muerte en la génesis de la más hermosas de sus fiestas, el sevillismo le dio al entierro de su equipo honores de fiesta grande. Un alarde lúdico que a veces tuvo aires de esperpento cuando por megafonía una voz rayana en la histeria enunciaba los trofeos conquistados por los equipos inferiores el mismo año que la hermandad matriz se hundía en las zahúrdas de la Segunda.El partido no podía dar mucho de sí, como si el gol de Raúl a Molina hubiera significado el cierre oficial del telón de la Liga. En este caso se unían dos factores: que los dos equipos no se jugaban casi nada -si acaso un punto el Espanyol para huir de remotos sobresaltos-, por un lado; que los dos han pasado, por otro, todo el campeonato en las posiciones bajas de la tabla y no se le puede pedir peras al olmo.

Uno de los futbolistas con más calidad que ha pasado en año tan fatídico por Nervión acabó con media hora de aburrimiento. El griego Tsartas marcó el antepenúltimo gol del Sevilla en Primera División y quedó abierta la veda. Asián, el propio Tsartas en el lanzamiento de un córner, y Rytter gozaron de tres ocasiones consecutivas. Al Espanyol se le había terminado la cuerda de su dominio.

Con el paso de los minutos, la evidencia se apoderaba de los protagonistas. El cansancio físico era el preludio de un cansancio anímico. La fiesta había terminado muchas semanas antes. En el calendario figuran otros objetivos: Éibar, Leganés, Villarreal. La realidad. Con el debú de Corona y Jesuli son 35 los futbolistas que el Sevilla ha utilizado a lo largo de la temporada. No será por pruebas.