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Elogio del reciclaje

En la película de John Waters Los asesinatos de mamá, Kathleen Turner daba vida a un ama de casa de Baltimore, ligeramente perturbada, que estaba a punto de asesinar a su vecina porque no reciclaba la basura. Es poco probable que los responsables del espacio Basura no es un programa basura, que esta noche emite Canal + (alas 23.5 l), sean tan radicales como la desquiciada heroína del señor Waters, pero no hay duda de que para ellos y para la gente que protagoniza su propuesta audiovisual la basura no es pura inmundicia, sino un material que, convenientemente reciclado por las manos del artista, puede dar origen a obras de mérito.Ese es el objetivo del programa: demostrar que los contenedores de basura ofrecen algo más que basura. Mismamente, un material que resulta invisible para el común de los mortales y que sólo demuestra su utilidad cuando cae bajo la mirada del artista. Para dar pruebas de que la basura es para el que se la trabaja, realizadora (Amparo Solís) y coordinadores (Els Aquilinos) ofrecen una serie de breves piezas visuales a cargo de variados creadores. Aunque no están todos los que son (uno echa de menos algo de Peret o, sobre todo, del pintoresco Manel Rubiales, un hombre que fabrica toda su obra a base de materiales desechados), la mayoría de los artistas presentes en la muestra exhiben notable ingenio y abundante sentido del humor (con algunas excepciones: La Fura dels Baus, con sus artilugios infernales en las ruinas del Liceo, insisten en su habitual vacío pseudo-trascendente).

Puestos a destacar algunas piezas en concreto, uno se quedaría con las de Lesley Yendell (Las pesadillas de Mr. Proper, con una cocina animada a la que no le harían ascos los mismísimos Wallace y Gromit), Flavio Morais (O mundo da rua, nueva vuelta de tuerca al universo grafitesco habitual de este brasileño instalado en Barcelona) o Guillem Cifré (Peatones, clara muestra de que el dibujante de comics más extraño que ha dado este país sigue anclado en su no menos extraño mundo).

Para completar la propuesta, el programa incluye las breves declaraciones de amor a la basura de un puñado de artistas como Ciuco Gutiérrez, Ouka Lele o el siempre estimulante Carlos Pazos, del que se echa a faltar, como auténtico protodefensor de los materiales de derribo que es, una pieza visual en la que se le hubiera permitido dar rienda suelta a sus delirios. Probablemente hubiese costado un ojo de la cara, pero no hay duda de que habría valido la pena.

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