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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Computer 2000: RIP

LOS CAMBIOS de milenio son propicios a augurios catastróficos, de las plagas a la inminencia del fin del mundo. Los expertos infórmaticos, que han relevado para la ocasión a los profetas de antaño, nos previenen hogaño de una posible parálisis generalizada en nuestros muy tecnificados países cuando los relojes atraviesen la fatídica frontera del 31 de diciembre de 1999 y se adentren en los primeros segundos del año 2000. El motivo es algo tan inocente como el ahorro de dos dígitos en algunos programas informáticos al especificar la fecha; es decir, la referencia al año 1997, pongamos por caso, mediante el guarismo 97, con lo que se ahorran las dos primeras cifras. Qué será lo que entiendan los ordenadores cuando el año que entra esté caracterizado por un doble cero? Quizá lo identificarán con el año 1900, lo que trastornará todo cuanto tenga que ver con cálculos de tiempo, o quizá no sepan cómo proceder en tan inesperada tesitura. Es el llamado efecto Y2K.Los programas más recientes, y la mayoría de los ordenadores personales, que son un invento relativamente tardío en la historia de la informática, no presentarán demasiados problemas o serán de fácil solución. La dificultad puede venir de programas instalados en ordenadores centrales, que ejercen el control de multitud de actividades. El origen de esos programas se remonta a un tiempo en que el ahorro de dos posiciones de memoria (y dos espacios en las viejas tarjetas perforadas, hoy desaparecidas por completo) tenía gran valor. Aquellos programas, escritos en lenguajes ya en desuso, fueron creciendo y completándose, pero conservaron parte de la programación original, de modo que hoy se encuentran, dispersas en muchos programas, líneas de código que comprimen la información del año a dos dígitos. De ahí la extensión del problema y la dificultad para corregirlo.

Los más jeremiacos de entre los agoreros pronostican el colapso de los transportes y las comunicaciones, el caos en el sistema bancario y en los flujos de capital, la ruina de muchas empresas, con la consecuencia de nuevos parados que no podrán acogerse a un sistema de protección social paralizado, dificultades en hospitales, domicilios, edificios públicos, plantas industriales y energéticas, etcétera. Un apocalipsis cuya resolución cifran en la astronómica cantidad de 600.000 millones de dólares, y sospechan que, incluso gastando esas sumas, estamos ya fuera de tiempo. Otros, menos catastrofistas, consideran que los problemas potenciales más serios se resolverán, aunque quedarán otros de menos envergadura que habrá que ir corrigiendo a medida que se detecten. Y unos y otros están convencidos de que la abundancia de reclamaciones y litigios generados por el asunto, aparte de suponer otro buen pellizco, traerá la prosperidad a muchos bufetes de abogados. Uno de los efectos que ya se están produciendo es el aumento en las retribuciones de los escasos expertos que quedan en los lenguajes ya anticuados que sirvieron para escribir los programas que están en la raíz del problema.

Por si acaso, el Congreso de Estados Unidos está tomando ya cartas en el asunto y muchas grandes corporaciones bancarias, informáticas o industriales han constituido sus propios grupos Y2K. Intentan, así, atajar las consecuencias más desagradables de aquel aparentemente inofensivo ahorro de dos dígitos al especificar el año en que vivimos.

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