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TENIS: ROLAND GARROS

Final insólita en París

Sergi Bruguera se enfrenta al sorprendente brasileño Gustavo Kuerten en la búsqueda de su tercer título

Enric González

La ortodoxia contra lo imprevisible. La experiencia contra la novedad. Sergi Bruguera y Gustavo Kuerten protagonizan hoy una final insólita en París, en la que el español parte como gran favorito y el brasileño como incógnita. Bruguera tiene la oportunidad de alzar por tercera vez el trofeo de Roland Garros e igualar la marca establecida por René Lacoste, Matts Wilander e Ivan Lendl. Pero el barcelonés hará bien en tener muy presente que, en la final femenina, todos los pronósticos saltaron por los aires. Kuerten, un perfecto desconocido hasta hace unos días, es ya la revelación del torneo y puede, como Wilander en su día, convertirse en el campeón que salió de la nada.Bruguera no es ya el muchacho que venció en 1993 y 1994. A sus 26 años, es un campeón forjado en el dolor. "Hace cuatro años jugaba alegre, relajado, sin presión. Ahora", explica el tenista, "estoy tratanto de superar una cadena de problemas físicos y psicológicos y todo es más difícil". El tenista español comenzó el año en el puesto 81 de la clasificación mundial, tras dos graves lesiones, una en la mano y otra, la peor, en el tobillo, y con una sería falta de confianza en sí mismo. "Cuando llegué a París dije que no tenía fe en mi juego, y no se trataba de ninguna jugada de póker. Estaba haciéndolo bien, pero mis mejores resultados de los últimos meses se habían registrado en pistas duras", declaró tras la semifinal contra Pat Rafter.

El deportista barcelonés representará esta tarde la ortodoxia. El suyo es el tenis perfecto sobre tierra batida: un servicio potente y bien colocado, una agresividad excepcional desde el fondo de la pista, una gran capacidad para detectar los fallos del adversario y una voluntad a toda prueba. Bruguera ha recuperado su mejor nivel y figura de nuevo entre los diez mejores jugadores del mundo.Del otro lado de la red se situará una sorpresa vestida de azul y amarillo, con un pañuelo en la frente y alas en los pies. Gustavo Kuerten, Guga, se ha ganado el cariño del público parisino por su extraordinaria trayectoria de las dos últimas semanas (ha vencido a campeones como Muster, Medvedev y Kafelnikov), por su simpatía personal y porque puede dar un vuelco al orden establecido. El sueco Matts Wilander es, hasta ahora, el único tenista que ha alzado el enorme trofeo de Roland Garros sin partir como cabeza de serie. Guga quiere ser el segundo en lograr la hazaña, y las gradas de la pista central le alentarán en su intento.

"Soy muy, muy feliz, pero aún no estoy satisfecho. Quiero todavía más", afirmó Guga tras derrotar en la semifinal al belga Filip Dewulf. Con 20 años, unos pulmones de corredor de fondo y unas piernas increíblemente ágiles, el brasileño ha conseguido que la torçida de su país no se interese exclusivamente por el fútbol y Ronaldo y descubra el deporte de la raqueta. Nunca antes un brasileño había alcanzado la final de un torno del Grand Slam. Guga, aunque dispone también de la nacionalidad alemana heredada por vía paterna, es un puro producto del Brasil: genial, imaginativo y con un sentido innato para el juego. "Espero que siga jugando en Europa. Cuando vuelve a casa, le entra la pereza y se entrena a medio gas", se queja su preparador.

Su padre murió arbitrando un partido de tenis, cuando el pequeño Guga no tenía aún 10 años. Uno de sus hermanos es disminuído físico y psíquico, y Gustavo Kuerten, que, a diferencia de otros prodigios, sólo empezó a jugar seriamente al tenis pasados los 14 años, espera dedicarle hoy la victoria. Su madre brasileña y su abuela alemana estarán hoy en la pista central de Roland Garros para empujarle a cumplir su sueño imposible.

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