González elude opinar sobre el futuro de Guerra "para no interferir en el congreso"
ENVIADA ESPECIAL Que nadie espere escuchar del secretario general del PSOE, Felipe González, una defensa o un ataque, ni siquiera una opinión, sobre las personas que deben estar o abandonar la ejecutiva federal de su partido. Hasta la clausura del 34º Congreso, que e celebrará los próximos días 20 al 22, no habrá declaraciones de González sobre la asamblea de su partido. "Lo hago para no interferir en el proceso de toma de decisiones del congreso", aseguró ayer.
González hizo estas declaraciones en Malinö (Suecia), donde asiste al Congreso de los Socialistas Europeos. Los guerristas, por tanto, se quedaran sin respuesta a su demanda de conocer cuál es la opinión del secretario general sobre el futuro del vicesecretario general. El líder del PSOE considera que su partido tiene "algunos problemas" de funcionamiento, aunque hay uno que le agobia especialmente. El partido está "excesivamente personalizado", dijo González en referencia implícita a él mismo para decir de otra manera lo que otros llaman "hiperliderazgo".En una conversación informal en Malmö, el secretario general del PSOE reconoció que sus silencios respecto al proceso de elaboración de la nueva ejecutiva pueden ser mal interpretados en el sentido de que "el que calla otorga". Felipe González reconoció que así puede ser y que quizá se equivoque, pero ha decidido no intervenir en la composición de la nueva ejecutiva como una manera de empezar a trabajar "de forma más colegiada", y para que cada dirigente de su partido sepa que no siempre tienen que mirar hacia él a la hora de tomar resoluciones de calado.
Una de estas decisiones importantes se refiere al futuro del vicesecretario general, Alfonso Guerra. A través de reuniones públicas y privadas de secretarios regionales ha trascendido para la opinión pública y para el propio Guerra que una mayoría tiene decidido que abandone la dirección después de haber permanecido en ella durante 20 años. Cada vez que Guerra ha hecho alusiones a sí mismo, dirigentes destacados del PSOE le han respondido con contundencia.
Así las cosas, el sector guerrista ha tomado conciencia de que después de varios años de intentarlo se ha formado una mayoría con votos suficientes como para hacer el congreso que quieran y elegir a la ejecutiva que les parezca más conveniente.
¿Qué hacer? Esta es la pregunta que se hacen los guerristas y que todavía no tiene una respuesta única sino opiniones personales. El hecho de que Guerra no haya actuado en los últimos años como líder operativo de un sector ha hecho que sus componentes hayan evolucionado de manera muy diferente. Ahora, la mayoría le tributa un afecto personal y un respeto político que les hará defenderle hasta el último minuto. Una minoría estaría dispuesta a dar batalla a sabiendas de la derrota, conformándose con la capacidad de hacer ruido que tienen y con el rechazo que produciría en el resto de la organización provocar un conflicto en tomo a Guerra. La consideración más seria de los últimos días era la de presentar una lista alternativa al comité federal, pero nunca a la ejecutiva que encabezará Felipe González.
La respuesta a los amigos de Alfonso Guerra, que llevan preguntándose durante días por qué no opina Felipe González, les ha llegado desde Malmö. No quiere interferir en la "toma de decisiones" ni de lo que pase con Alfonso Guerra ni de lo que ocurra con cualquier otro".
El secretario de relaciones políticas e institucionales, Txiki Benegas, fue el primero en preguntarlo en alto el pasado miércoles. En la presentación de su libro El socialismo de lo pequeño, defendió los valores de Guerra y dejó su porvenir político en manos de Felipe González. Dos días antes, el expresidente del Congreso Gregorio Peces-Barba en un artículo publicado en El Norte de Castilla, ensalzó a Guerra y lamentó con palabras sentidas que miembros de la ejecutiva socialista pongan en entredicho la idoneidad de que continúe en la dirección.
Peces-Barba, rector de la Universidad madrileña Carlos III, también apeló a Felipe González para decir que no era correcto adoptar una posición "pilatiana", de lavarse las manos y no querer saber nada del asunto.
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