El Barça, un equipo sin rostro
El equipo ha probado a cerca de 30 extranjeros
La indefinición ha matado al Barça B. Ha sido el filial un equipo sin rostro. No ha tenido identidad y aparece hoy como un producto caduco. Nada que retener de una temporada sin pies ni cabeza. El casi seguro descenso se presenta como una condena anunciada y de difícil reparación.La situación remite, de entrada, al primer año de Cruyff en el banquillo del Camp Nou, en 1988-89, puesto que entonces el equipo perdió la categoría. Hay, sin embargo, una diferencia notable de concepto. Cruyff impuso un estilo de juego a desarrollar en todos los equipos independientemente de la división en la que militaran. El programa futbolístico no admitía réplica. Cruyff incluso depuró a los técnicos del fútbol base que se negaron a jugar con un medio centro, un pivote y dos extremos como mandaba el modelo del Ajax.
El Barça se aseguró de esta manera una generación de jugadores única que. ha estado presidida por Iván de la Peña. Por encima de individualidades, el técnico holandés generó grandes expectativas en la cantera azulgrana. La aproximación del Miniestadi al Camp Nou provocó la sensación generalizada en los equipos inferiores de que debutar en ese estadio había dejado de ser una quimera para convertirse en un objetivo.
Hoy, por contra, el filial no seduce, porque el Barça no ha sabido reintegrar a futbolistas de la talla de Celades, Roger u Óscar, espejo de juveniles, infantiles, alevines y benjamines. Ya no nutre el Barça B al primer equipo sino que los jugadores se niegan a renovar sus contratos, algunos piden la cesión como el capitán Roca y otros han perdido el curso como Quique Álvarez o Moreno, los mismos que el año pasado debutaron en el Camp Nou y levantaron unas enormes expectativas.
Un ejemplo ilustra la sensación que el filial ya no cumple ni siquiera con la función de crear futbolistas para el primer equipo. Gerard, el buque insignia del fútbol base, ha decidido fichar por el Valencia. La falta de una política deportiva se refleja en un acto puntual: cerca de 30 extranjeros han estado a prueba en el Miniestadi y hoy, a la hora de cerrar balance, sólo uno de ellos -el brasileño D'Marcellus- parece tener posibilidades de continuar, más que nada porque firmó un contrato por cuatro años. Ni la contratación de un técnico con experiencia, como Juande Ramos, que acababa de ascender a Primera al Logroñés, ha rehabilitado al filial.
Ha sido un año de difícil gobierno para un fútbol base que cuenta con un presupuesto global de unos 1.000 millones de pesetas. Cada equipo ha jugado a su aire y cada jugador se ha buscado la vida.
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