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Reportaje:PLAZA MENOR CHAPINERÍA

La patria de Cascorro

Esta vasta llanura que riegan el Alberche y su afluente el Perales, engrosados por mil arroyos tributarios, es una tierra amable de suaves ondulaciones salpicadas de encinas y tapizadas de dehesas. Un escenario bucólico y pastoril devastado por la épica y la pólvora en una de las más cruentas batallas de la guerra civil, cuyo espectro aún planea sobre Brunete y sus entornos.Chapinería es un pueblo escondido en una encrucijada del piedemonte al sur del Escorial y al este de la provincia de Madrid, un pueblo sin contaminar por las urbanizaciones que amurallan la cercana Boadilla del Monte y otras localidades de esta zona que se benefician y se malician de su proximidad a la capital. Se trata de una zona residencial, como evidencian los rótulos que jalonan la carretera con pomposos nombres principescos y heráldicos. En otros más modestos se anuncian otras obras residenciales: granjas escuela para niños, residencias de ancianos y hoteles para perros en feliz promiscuidad. Uno de estos establecimientos, contagiado por la arquitectura que se lleva en el entorno, dispone de casetas adosadas con miniparcela para que los canes no echen de menos su hogar.

Pero este pandemónium urbanícola se extingue antes de llegar a Chapinería, cuya población bordea los mil habitantes, que moran en casas de modesta altura, muchas con discretos jardines y tapiales irregulares de piedras de granito sin cemento ni argamasa. Un pueblo tranquilo que fundaron, como tantos otros de la provincia, los célebres pastores segovianos, voraces depredadores trashumantes al frente de sus rebaños colonizadores que invadían prados y dehesas con la bendición de su obispo terrateniente.

Pero el nombre y la fama de Chapinería provienen de los chapines, chanclos de corcho que venían a ser un antecedente medieval de los zapatos de plataforma de las drag-queens. Piensa el alcalde y boticario de la localidad, Ángel Fernández Robles, que entre los primeros habitantes de esta puebla ganadera debió de haber algún buen artesano zapatero, seguramente remendón, al que debían de recurrir a menudo los vecinos de las localidades cercanas, que se acostumbraron a decir "voy a la chapinería" cuando se dejaban caer por aquí, aunque no fueran a hacerse un par de botas, sino, a darse un garbeo por las tabernas. Tabernas y con clase sigue habiendo en Chapinería. Por ejemplo, en la plaza Mayor se ha instalado hace muy poco un tabernero gallego que proclama las excelencias del pulpo a feira y otras especialidades de su región.

Una sorprendente alternativa a los menús de las tabernas locales es El Chapín de la Reina, un restaurante excepcional que hoy vuelve a dar a conocer el nombre de la localidad entre los gourmets y los gourmands sabedores de que la buena mesa del establecimiento compensa con creces las incomodidades del desplazamiento. La cocina del Chapín combina la humilde caballa o el pescado azul horneado con el foie-gras, y el rústico escabeche con los guisos más sofisticados y los postres más imaginativos. Unos fogones merecedores sin duda de todos los michelines, los de la guía y los de la carne, un restaurante cuyo precio, elevado, está en consonancia con la calidad y sustancia de su cocina, no tanto con la escueta decoración sin pretensiones de su local ubicado discretamente a la entrada del pueblo.

Chapinería fue la única patria chica conocida por el infeliz Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro. Jesús Ribagorda, que fue alcalde de la localidad y ejerce de ameno cronista del pueblo, cuenta que Eloy salió de la inclusa madrileña adoptado por un guardia civil que estuvo destinado en varias localidades cercanas y que más tarde enloqueció tras la muerte de su esposa, dejándole de nuevo en el abandono. El niño por su propio pie fue a buscar cobijo en la vecina Chapinería, donde encontró una nueva familia adoptiva. De Chapinería saldría Eloy Gonzalo para cumplir con un servicio militar que sólo hacían los más pobres, pues las clases pudientes podían pagar a un sustituto para que cumpliera por ellos y si fuera necesario diera su vida por la patria a cambio de la suya. En Chapinería, un monumento recuerda al inventor del cóctel mólotov, al soldado sin fortuna al que la iconografía representa armado con una lata de gasolina dispuesto a terminar la guerra por su cuenta o a perecer en el intento. El pueblo de Madrid adoptó a título póstumo a este perdedor nato y lo rebautizó como Cascorro en inspirada metonimia, haciendo de su nombre sinónimo de valor y coraje.

Jesús Ribagorda recupera de la pequeña historia de su pueblo algunos episodios de la Guerra de la Independencia, cuando los chapineros dieron su apoyo a un famoso guerrillero que tenía su refugio en unas breñas cercanas. Postura que estuvo a punto de costarles muy caro cuando el marqués de Bernuy, al servicio de las tropas invasoras, pasó por allí en busca de culpables. Se salvaron los chapineros por la mediación del marqués de La Sagra, afrancesado pero no hasta el punto de tolerar el holocausto de sus vecinos. El recibimiento y los agasajos del marqués a las tropas invasoras hicieron olvidar al marqués vengador sus ansias de revancha. El recuerdo del marqués de La Sagra se rememora en su palacio del siglo XVI, hoy en rehabilitación, del que puede verse el magnífico patio de columnas. El palacio albergó posteriormente un preventorio para hijos de tuberculosos y hoy espera convertirse en el centro cultural y social de la localidad.

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En Chapinería, otrora pueblo agrícola y ganadero, se vive de la construcción y del sector servicios, aunque se conserve algún taller de cantería y se siga recogiendo algo de leña. El Gobierno municipal lo detenta el GICH, Grupo Independiente de Chapinería, con siete concejales frente a uno del PSOE y otro del PR El alcalde, Fernández Robles, se muestra preocupado por el paro creciente en el sector de la construcción y cifra sus esperanzas en la revitalización de su polígono industrial, favorecida por el trazado de la nueva autovía.

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