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FÚTBOL FINAL DE LA RECOPA

Rotterdam alumbra otro Barça campeón

Ronaldo transformó el penalti que dio el cuarto título al equipo azulgrana en la Recopa

Ramon Besa

Rotterdam sepultó el recuerdo de Atenas y el Barça volvió a cantar victoria como no ocurría desde Wembley. Tiene ya el club azulgrana un punto de partida para proseguir su historia sin dependencia de la leyenda de Johan Cruyff. El equipo de Robson levantó su primer trofeo en su primera final. No falló en otro encuentro sin vuelta un colectivo preñado de cuentas pendientes y ansioso de confirmar que está en la élite con un título.Ha sido así todo el curso. El espíritu de supervivencia le ha puesto a salvo de cualquier inclemencia. La adversidad le ha permitido forjarse un carácter indomable. Fiel a su patrón, a su forma de entender el juego, levantó su trofeo con un partido gris, con una acción a balón parado, con un penalti, firmado por Ronaldo, el número uno del mundo. Nada mejor que una Recopa, de momento, para poder justificar un año de transición y de difícil gobierno. Justo ahora comienza la que puede ser una luna de miel. Pese a que como en todas las finales no fue un partido para tirar cohetes, la Liga aguarda para un último esfuerzo y queda la final de Copa.

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Un triunfo necesario

Dispone Robson de un material humano de primer orden para afrontar cualquier envite. Incluso puede improvisar sobre la marcha, como anoche. Giovanni pasó de la cancha al banquillo -que no a la grada- tras comprobar las secuelas del tackle de Roberto Carlos. No estaba para jugar una final de salida y, sin embargo, Robson creyó que le convenía en el banquillo antes que cualquier otro suplente para corregir disfunciones. Los dolores de Giovanni le sirvieron de coartada al técnico para darle el brazalete de capitán a Popescu, santo y seña del robsonismo.

Volvía el Barca de los tres centrales, el equipo del espinazo duro, del fútbol directo, dispuesto a ir al choque, al encuentro de otro rival con otra columna vertebral muy armada, sin brazos, con volantes de contención más que de apertura, muy pendiente del serpentear de Leonardo y de las maniobras de Raí en busca de los desmarques de Loko. El PSG acusó tanto como el Barça el juego viril de Popescu. Iván tuvo que echarse unos metros más hacia adelante, Guardiola perdió ángulo de visión y a los azulgrana les costó retener la pelota, ponerla en circulación, conectar con Ronaldo. No ligaron mucho el juego. Tuvieron, sin embargo, el control del partido. Los franceses acusaron la marca de Popescu sobre Raí. Le crujieron los huesos al brasileño y el PSG apareció como un grupo blando, aseado y bien plantado en su campo, pero con pocos recursos. Le bastaba con esperar cualquier pérdida de balón del rival para ir viviendo.

El Barça, sin embargo, dispone de más futbolistas decisivos para romper el fútbol especulativo que se impone por norma en el arranque de las finales. Figo sabe rentabilizar las bandas (marró un remate de gol tras tirar una pared con Ronaldo). Los centrales son expertos en las jugadas de estrategia (el árbitro le anuló un gol a Couto en un saque de esquina por una falta de Popescu). Y Ronaldo intimida con su carrera (NGotti le tumbó y el brasileño no perdonó). El PSG se tapó bien. No tuvo, sin embargo, ni salida ni llegada.

El partido se rompió con la retirada de Popescu y el arranque del segundo tiempo. Renqueante el capitán, le cedió los galones a Amor y el Barcelona recuperó toque, control y dinamismo a cambio de ceder más terreno al PSG.

El marcador no ofrecía otra alternativa al campeón que dar la cara. Quedó parado de esta manera un choque más abierto y vivo. Ambos equipos llegaron al área con determinación. Cauet abrió un camino de ataque por el margen izquierdo francés, Leonardo ganó la espalda a los medio centro azulgrana y Raí marcó un pase a Loko que sólo el poste neutralizó.

Había perdido el Barcelona presencia en su campo a cambio de alargar su figura hasta el terreno ajeno. Se le fue a Amor un remate precioso a la cruceta y perdió Iván una asistencia para Ronaldo. Iba y venía el encuentro con ritmo. No les convenía a los azulgrana una partida tan acelerada. Parecía mejor guardar el balón y enfriar la contienda. La ansiedad por ganar les llevó a la precipitación, a sufrir el acoso de un contrario más fiero por la entrada de Valdes. Hasta Ronaldo retrocedió para achicar balones.

Les quemaba la pelota a los azulgrana y se les iba también a los franceses en un último tramo nada tranquilizante. No iba el Barça hacia adelante y sufría para atrás ante la impasibilidad de Robson. El técnico esperó hasta que quedaban seis minutos de partido para romper el ritmo del PSG con la entrada de Stoichkov.

únicamente el larguero le negó el gol a Figo en la primera apertura del búlgaro. La acción marcó un punto de inflexión, pese a un último intento del zurdo Leonardo con un derechazo, y la final murió para goce de toda la gent blaugrana. Nace un nuevo Bari;a, un equipo al que se le supone más encanto del que suele mostrar, un grupo de futbolistas tremendo, capaz de ser campeón con Robson, un técnico interino, un entrenador de paso que se ha ganado el aprecio más por los agravios que ha recibido que por sus méritos. Todo es posible en este Barça que ayer vio la luz en una radiante noche en Rotterdam. El Barga de Cruyff comenzó precisamente su historia en Berna con una Recopa.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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